I
Demoré casi tres meses en leer mi primer libro. Pero fueron los meses más fabulosos que mi memoria evoca cada cierto tiempo. La ciudad y los perros fue para mí lo que en el budismo llaman la iluminación. En algunas ocasiones intenté contagiar ese mismo sentimiento con otros pero me ha resultado dificilísimo. Muy pocos entienden el fuego que puede encender en nuestros corazones cada uno de los libros. Y tantos otros tardan en asimilar por qué, a lo largo de la historia, los libros fueron incendiados con fruición y saña. Tampoco yo sé la razón, pero intuyo que algo lascivo y profano deben de tener, puesto que activan las alarmas de gobiernos extremistas y las ansias de espíritus indomables.
Según la Biblia, la caída del hombre fue ansiar el conocimiento, el dominio de la ciencia del bien y del mal. Y si eso fuera así, aunque sea metafóricamente, entonces los libros son la serpiente antigua, satanás, el ángel caído, intentando fascinarnos y seducirnos para probar el "fruto prohibido". Seréis como dios, nos promete, y en muchos casos lo cumple, porque cada vez que terminamos de leer un libro nos sentimos amos del mundo, dueños del universo. Es verdad que una de las bondades del libro es que nos revela lo ignorantes, ínfimos y pequeños que somos; no obstante, nadie podrá negar que mientras nuestros ojos recorren cada línea, cada párrafo, capítulo, tomo, etc., algo muy luciferino se activa en nosotros. En realidad, y aunque se haya repetido como un mantra, los libros no nos hacen más humildes; al contrario, nos otorgan un espíritu más pícaro, díscolo y narcisista. En este momento recuerdo las veces que me sentí orgulloso de mí mismo por los libros que leí. Aunque por momentos me arrepentía de mis exabruptos, normalmente dejaba que esa vanagloria me poseyera.
Soy consciente de que no lo sé todo. Entiendo que el mundo es vasto y basto, como decía Vallejo, pero me da igual. Los minutos de presunción nadie me los podrá quitar.
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| Mi humilde y creciente biblioteca |
II
Hace poco, mientras intentaba explicar el proceso del parto a mis estudiantes, una de ellas me preguntó qué cómo sabía eso, ¿acaso no era psicólogo? Y lo único que atiné a responderle fue que había leído varios libros de ginecología y sexualidad y de ahí aprendí todo lo que les enseñaba.
Algunos podrán argüir, y no sin razón, que no es lo mismo leer que experienciar. Por ejemplo, no es lo mismo leer sobre el parto que ser la parturienta. Hay una gran diferencia entre ambas acciones, por su puesto. Sin embargo, leer sobre el parto te da luces sobre lo que ocurre en ese momento.
A estas alturas de la vida, conocemos algunos descubrimientos interesantes de las neurociencias respecto a este punto. Por ejemplo, las neuronas espejos que se encuentran alojadas en nuestro lóbulo frontal, nos permiten entender los sentimientos y acciones de los demás. No solo imaginar (en el sentido de fantasear) lo que podría estar sucediéndole al otro, sino experimentar fisiológica y emocionalmente lo que le está ocurriendo. En otras palabras, tenemos la capacidad intrínseca de que, por ejemplo, si vemos a alguien caerse o golpearse, sintamos en carne propia las vivencias de los demás.
No necesitamos que nuestra piel padezca las aparatosas consecuencias de la experiencia; basta con enterarnos de los pormenores para hacernos una idea muy exacta de los eventos.
Según el especialista Elkhonon Goldberg, una de las manifestaciones más importantes de la inteligencia es lo que en psicología se denomina "teoría de la mente", esto es, anticipar las acciones o decisiones de los demás, como si leyéramos cada uno de sus pensamientos sin necesidad de que nos lo diga. Esto está relacionado significativamente con lo que hacen las neuronas espejo. En conclusión, es más inteligente aquel que empatiza con los demás y es capaz de inferir sus pensamientos, intenciones o necesidades.
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| Yo no sería yo si no fuera por los libros que leí |
Y es más que obvio que la lectura de los libros agudiza nuestra teoría de la mente. Una persona con muchos libros en su haber es capaz de entender las ideas, sentimientos y pasiones de los demás. Durante el tiempo que vamos pasando las hojas, nuestras neuronas espejo se especializan en asimilar emociones, propósitos y motivaciones de personas ajenas a nosotros. Leer una novela, por ejemplo, sería infructuoso si no entendiésemos a los personajes, si no tomáramos como nuestros sus desvaríos y locuras. Por eso es inevitable que, al ejercitar dichas neuronas, con el tiempo y la constancia, nos volvamos expertos en los demás. Yo he sido testigo de cómo los lectores solemos interpretar mejor el lenguaje no verbal de los demás, y cómo es posible comprender eventos que ni siquiera nos atañen.
Por ejemplo, el 2018 leí Ante el dolor de los demás de Susan Sontag, un ensayo analítico sobre las fotografías tomadas en distintas guerras o masacres que nuestra historia nos ha legado. En diversas partes del libro la autora describe con profundidad cada una de las imágenes sin siquiera colocar la fotografía a la que hace referencia, pero logra que el lector sienta el horror, el dolor y el sufrimiento plasmados en esas tomas. Con cada capítulo yo vivía esas calamidades. Era casi imposible no oír las voces de lamento, los pasos de los verdugos buscando a sus víctimas para ultimarlos o el ensordecedor sonido de la lluvia cubriendo los cadáveres; casi imposible no visualizar la sangre derramada, las ciudades echa polvo o los rostros absortos de los niños buscando explicación a lo que les acababa de ocurrir. Durante esos días el corazón me latía rápido y la tristeza me embargó hasta el llanto y la congoja. He de confesar que, desde entonces, no he vuelto a leer ningún episodio histórico con la misma predisposición. Ese libro me marcó, reconstruyó mi forma de entender lo que antes solo consideraba pura información o espectáculo.
Es posible que mi nivel de empatía haya estado minimizado hasta ese momento, pero gracias a un libro, gracias a esas "sagradas" páginas, mis neuronas espejo se estimularon como nunca antes. Por primera vez, y de forma consciente, sentí el dolor de los demás.
Huánuco, 23 de abril de 2023
