La compré hace seis años, cuando estuve recolectando y leyendo todo tipo de libros y documentos sobre Vargas LLosa, y, cuando ocupaciones ajenas a la literatura me impidieron seguir semejante hazaña, la acomodé (o mejor dicho, la atraqué) en mi estante, y ahí estuvo polveándose hasta hace poco, cuando, nostálgico por la muerte del escritor, volví a ojear los libros que, con mucha agitación y arrebato leí, subrayé y anoté. El primero que revisé fue Mario Vargas Llosa: la invención de una realidad de José Miguel Oviedo, un libro muy profundo y pormenorizado, de dónde tuve noticia por primera vez del estilo narrativo y totalizador del Nobel de Literatura. Recuerdo con agrado dicho libro, pero, siendo sincero, semejante volumen no resiste, para mí, una relectura. Así que seguí buceando en ese caos que se ha convertido mi biblioteca y ahí la encontré. Se hallaba en el limbo, entre los libros que esperan, con la esperanza casi perdida, que un día los lea.

Por suerte me animé a leerlo. Había pensado que sería un libro menor. De esos que solo se gastan en ditirambos y exaltaciones. Que quizá, como muchos libros que abundan, caería en la enfermiza idolatrización o en la perniciosa envidia. Pero me equivoqué. 

Es verdad que Mariana de Althaus admira a Vargas Llosa y le tiene verdadera estima, puesto que es de las pocas escritoras que ha tenido la oportunidad de estar tan cerca de él, debido a la amistad que mantiene con Morgana, la hija del escritor. Sin embargo, ello no ha sido óbice para que, con la paciencia de un cirujano, haya desgranado los puntos más álgidos y variopintos de la vida y obra del Nobel de Literatura. No creo exagerar si digo que, si alguien no ha leído aún a Vargas Llosa y siente alguna curiosidad por su vida, no haría mal si leyera esta pequeña obra de teatro.

Mariana hace un recorrido desde el momento en que Vargas Llosa es notificado de haber recibido el Premio Nobel de Literatura en 2010 y lo imagina en medio de una introspección que dura apenas 14 minutos, donde se suceden, confunden y bifurcan escenas biográficas, personajes de novela, correspondencias, confesiones y momentos históricos que forjaron, marcaron y posicionaron al escritor arequipeño como una de los escritores más grandes del Boom Latinoamericano.

Leerlo fue para mí una remembranza y un acopio de nueva información . Por ejemplo, jamás hubiera imaginado que, para mitigar su desbarajuste económico, Vargas Llosa fungiera de bailarín de música selvática en las calles de París; o que su agente literaria, Carmen Balcells, le hubiera pagado la mesada completa por mucho tiempo, solo con la finalidad de que él se dedicara a escribir sus novelas; o, como la cereza del pastel, que el aclamado Nobel robara libros para seguir leyendo y aumentado su bagaje intelectual, a fin de alegrarnos la vida con los personajes y las historias que iba fabulando.

Esos 14 minutos son toda una vida, todo un recorrido, todo un proceso de documentación, investigación y estudio pormenorizado. Esos catorce minutos que idea de Althaus son un extracto nutritivo, fragante y penetrante.

Hubiera sido interesante ver a Vargas Llosa representado su propio personaje. Lo intentaron, eso dice la misma autora, pero como el hombre propone y dios dispone, nunca se pudo llevar a cabo. 

Qué importa. La obra es genial. 

Lo único que le critico es su excesiva concentración en la niñez y juventud del escritor, dejando espacios vacíos sobre la etapa fecunda de su adultez. Solo se limita a nombrar títulos de libros y eso deja un sinsabor difícil de paladear. Quizá hubiera sido mejor aminorar los detalles de la etapa política y ahondar en la literaria, pero bueno, no quiero dármelas de crítico literario.