Proverbios 18:24, dice: "El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano", a lo que muchos agregarían -Alberto Fujimori a la cabeza- :"...y mejor si estos amigos tienen cargos de poder en el Tribunal Constitucional, en la Fiscalía, el INPE y en Palacio de Gobierno". Y es que estos tipejos saben que, en nuestro país, si tienes los "amigos correctos" de nada importa haber saqueado a toda una nación y haberla dejado al borde de la inanición, o haber asesinado universitarios, periodistas, campesinos, mujeres y niños. A lo sumo, para que todos crean que se hace justicia, pasarás unos años en prisión (con las comodidades que requiere el caso, por supuesto), pero luego, utilizando diversas artimañas legales, te pondrán en libertad, así como si nada, como si esas vidas que dejaste desechas fueran solo un daño colateral, un mal necesario, de tu irrefrenable ambición. ¿Es que acaso no te han enseñado, en la casa o en la escuela, que para ser alguien en la vida debes de ser ambicioso? Y si los demás critican tu progreso, no importando cómo lo hayas alcanzado, solo puede ser fruto de la envidia, del encono injustificado o de la malicia, porque aquí en el Perú cualquier tipo de protesta o reclamo, sobre todo si atañe a gente poderosa, solo es interpretada así: pura y dura envidia. Es por eso que la liberación de Alberto Fujimori tiene una metáfora impactante y devastadora: Consigue a los amigos correctos y lo conseguirás todo: dinero, prestigio e impunidad.
Y en mi iniciada adultez me he dado cuenta que muchos de los que consideraba gente respetable practican este principio como regla de vida. Pasan de ser unos tiernos adolescentes rebeldes, que tienen hambre de justicia y cambio, a ser unos pusilánimes lamebotas que se enorgullecen de recoger la sobra de los poderosos. ¿Y para qué se humillan tanto? Pues para que en el futuro otr@s les laman las botas a ell@s. O sea, el círculo de amigos más recíproco que existe.
Y es esta triste realidad la que me impide decirle a mis alumnos que si quieren lograr algo en la vida deben de esforzarse, estudiar, leer, competir con justicia y esmero, ser honestos y probos, porque solo así la vida los recompensará, pues sería engañarlos, mentirles descaradamente.
He pensado muchísimas veces que en la universidad deberían abrir un curso sobre cómo escoger y ganar amistades luego de egresar (el cuál sería, en definitiva, el curso más importante), porque muchos patean lata por dos o tres años mientras ganan "experiencia profesional", mientras otros, con tal solo una caja de cerveza o una pichanguita, ya tienen rango de "doctores" o ya son considerados "expertos", sin siquiera saber los principios elementales de sus carreras.
Recuerdo, en este contexto, a Daniel Goleman diciéndole a Eduardo Punset que las personas que tienen mayor éxito económico o profesional no son las que mejores notas sacan mientras están en la escuela, sino las que mejor se relacionan con los demás. Desvirtuando un poco lo que dijo Goleman, creo que los peruanos aplicamos muy bien este consejo de inteligencia interpersonal, porque gente inepta, ignorante, que apenas y se conoce el alfabeto de memoria, y lo que es peor, con antecedentes delictivos, pero que tienen amistades "empoderadas", son los que gobiernan y toman las decisiones más trascendentales para el país.
Si esto no fuera así, entonces no me explico por qué cada dos o tres meses nos enteramos de violadores que salen en libertad porque eran los ahijados de un juez; de ladrones que apenas y estuvieron unas horas en prisión porque eran yuntas del policía de turno; de narcotraficantes indultados por un presidente magnánimo; de congresistas que mienten en su CV y nadie los procesa porque los de la otra bancada los creen inocentes; de fiscales que defienden a sus hermanos, cuñados o amigos de barrio; o del mismísimo presidente devolviendo favores a colaboradores de su campaña y poniendo en cargos importantísimos a gente de mala reputación.
¿Para qué tanto esmero, entonces? ¿Para qué amanecerse leyendo, quemándote las pestañas, desgastando energías, especializándote, si un tipo o una tipa vendrán, le sonreirán al jefe, o al amiguito del jefe, y saz, al día siguiente tendrá el puesto que tú tanto anhelabas y siempre te negaron? ¿Para qué dedicarte tanto en volverte el mejor, si un compadrazgo vale más que cualquier maestría o doctorado? ¿No sería mejor que cada uno chape su causa y todos tranquilos?
Confieso que las preguntas me abruman y las respuestas me asustan.
No obstante, lo peor sería quedarnos de brazos cruzados, complacientes, lamentando nuestro cruel destino, mientras esos salvajes hacen lo que les da la gana.
Quizá podríamos tomar la postura estoica según la cuál no deberíamos esperar justicia de ninguna parte. La injusticia, para estos pensadores, es inevitable y enloquecer por ella una completa pérdida de tiempo. Aún así, considero que si está en nuestro poder hacer algo, pues por qué deberíamos detenernos, por qué deberíamos refrenar nuestra indignación. A estos amigos les es muy conveniente que nosotros nos solacemos, que sosegadamente aceptemos sus crímenes e injusticias, que nos "calmemos un poquito", porque si nos enojamos o protestamos, entonces ahí quienes actúan mal somos nosotros, porque claro, tenemos derecho a indignarnos o enojarnos, pero no a reclamar, no vaya ser que dañemos su susceptibilidad, y es por eso que hacen leyes para encarcelar a quien inicie una manifestación, a quien ose levantar la voz, a quien diga: "a mí me interesa un bledo que mis compatriotas se sigan rascando los huevos mientras ustedes los desangran; yo sí voy a protestar."
Quizá sea hora ya de demostrar que no solo somos el país del Ceviche y el Festejo, que no solo servimos para explotar cuando el DT de la selección resulta ser un bueno para nada. Demostremos que nosotros también tenemos memoria, que no perdonamos si el malechor no se arrepiente; que no dejaremos que la sangre derramada, las lágrimas no enjugadas y los lamentos no mitigados de aquellas almas que aún buscan descanso, sean invisibilizadas por el "amor filántropo" que se tienen algunos seres deleznables. Y si se han de ofender y gritar como vacas locas, que lo hagan, que aquí tenemos harto tiempo para oírlos.