ADMIRACIÓN

Era 2010 y por primera vez en mi vida me enteraba que en el canal del Estado había un programita cultural muy interesante. El programa se llamaba "La Función de la Palabra" y su conductor era Marco Aurelio Denegri. La primera vez que vi la publicidad no escuché muy bien el horario, así que tuve que esperar 30 minutos más para volverlo a oír: "Todos los miércoles a la 10 p.m." Esa semana, apoderándome de la única televisión que teníamos en casa, vi el programa. Quedé fascinado. Era lo que tanto buscaba. El único espacio donde se hablaba de libros, ideas y sexo con una libertad que no he vuelto a ver. No recuerdo muy bien sobre qué se habló esa noche, pero sí recuerdo mi admiración. Los personajes que Denegri citaba, los libros, las historias, la forma en cómo lo hacía, sus gestos y gesticulaciones, las palabras que utilizaba, su risa estruendosa e irreverente; todo, absolutamente todo, sirvió de acicate para idolatrarlo. No solo sentía un profundo afecto por él; no sólo leí sus libros con avidez; no sólo leí y releí los artículos que publicaba cada lunes, y después cada domingo, en El Comercio; no sólo vi y escuché sus programas con deleite y con ánimo de aprendiz; tengo que reconocerlo, yo adoraba a MAD. 

Denegri nunca creyó que el Perú fuese un país de lectores

Recuerdo la primera vez que tuve entre mis manos un libro suyo, y la ansiedad que me colmaba el querer leerlo. Recuerdo que me fui a dormir con él, como si fuera un amuleto, como si al tenerlo de día y de noche mi nivel intelectual se incrementaría. Ahora, cuando pienso en aquellos tiempos, la única explicación que encuentro es mi adolescencia. Cuando cursaba el cuarto año de secundaria, había entendido la riqueza de la lectura, y estaba sediento de saber, tenía un hambre voraz por conocer. En casa no había con quién conversar de mis ideas, de mis preguntas, de mis impresiones. Por eso, cuando supe que en el mundo había un hombre de tamaño nivel, no supe qué otra cosa hacer que rendirle culto.


Miscelánea Humanística,
uno de los pocos libros que utilicé como amuleto


En parte, no me arrepiento, pues fue una idolatría beneficiosa. Gracias a Denegri me hice más crítico y reflexivo, más expresivo y exigente, algunos de mis amigos dirían que muy exquisito (y no como un halago). Respecto de la lectura, Denegri fue el guía más importante que tuve después de Mario Vargas Llosa. Nombres como Alfred Kinsey, Havelock Ellis, Bertrand Russell, Jesús Mosterín, José Saramago, Fernando Savater, Max Silva Tuesta, Josefina Barrón, y un largo etcétera, fueron obsequios de este maestro distante. Por Denegri terminé vendiendo y regalando todos los libros pirata que tenía en mi biblioteca y me esforcé por conseguir ediciones originales. Todo con el objetivo de respetar a los escritores, de criticarlos con justicia (pues todos los que alguna vez leímos libros piratas sabemos que estos tienen el doble de errores y fallos: los del autor y el de los que lo pirateó) y preservar mi dignidad y calidad de lector, algo que MAD exigió hasta el final de su vida.

Mi nueva actitud hacia la masturbación, la pornografía, el puterío y las relaciones sexuales licenciosas, surgieron de mis lecturas de los extensos estudios hechos por este polígrafo peruano. Podría decir que gracias a él tiré y me la jalé con más libertad. Gracias a sus puntillosas declaraciones descubrí que las disfunciones sexuales son más recurrentes entre los heterosexuales; que no existe nada parecido al "exceso masturbatorio"; que en muchas culturas el falo erecto sirvió de amuleto para evitar hechizos y el mal de ojo; que las mujeres pueden alcanzar muchos más orgasmos en comparación al varón (¡el récord mundial es de cien orgasmos en una hora!); que la masturbación infantil, lejos de ser una muestra de desorden sexual, es la señal de la buena relación de los hijos con sus padres; que los negros, además de tener un falo más largo y grueso, suelen durar más y repetir el orgasmo varias veces, en una palabra, que los negros son "coitotéctinos".

¿Me creerían si les digo que con Denegri enamoré a mi esposa? En cada cita, en cada conversación, en cada encuentro romántico, siempre estaba él: "Según Denegri...", "Me acuerdo que Denegri...", "El miércoles en su programa...", "¿Leemos un artículo de Denegri?" Considero que mi esposa debió de amarme mucho como para escuchar todas esos largos discursos, esas peroratas interminables que tenían como único referente al contracultural MAD. 

Por eso, en honor a todo lo que significó Denegri en nuestras vidas, decidimos realizar nuestra tesis sobre un tema que le apasionaba muchísimo: la masturbación. Y en nuestra dedicatoria pusimos: "A Marco Aurelio Denegri, el polígrafo blasfemo que se apoderó de nuestras conversaciones e incluso de nuestra alcoba..."

Algo de lo que sí me arrepiento dentro de toda esa veneración, es que adopté una posición muy recalcitrante, insoportable en muchos casos, hacia el ser humano. Llegué a despreciarlos a todos, a considerarlos de una clase inferior y menospreciar a todo aquel que no tuviera un libro entre sus manos. Pensé que el mundo sería mejor si sólo estuviéramos los lectores, los escritores, los artistas y científicos, pero en vista de que incluso nosotros estábamos sujetos a cometer estupideces, lo mejor para el mundo era que no hubieran humanos. 

Para Denegri, el hombre era un error, un acto fallido. El ser humano tiende a la peoría, decía. "Considerando, pues -argumentaba -, la destructividad, la brutalidad y la estupidez de la especie humana, yo comparto la opinión de Lorenz de que es inútil seguir buscando el eslabón perdido, porque el eslabón perdido somos nosotros."  En algunas ocasiones, argüía: "Habrá que pensar, en consecuencia, como ciertos agnósticos, que a nosotros no nos creó Dios, sino el Diablo, en un momento en que Dios estaba descuidado."

Tuvieron que pasar varios años para quitarme aquella impronta. 

El 2018, cuando pude conseguir el dinero suficiente, viajé a Lima con la intención de verlo en la Feria de Libros. Presentaría la reedición de una sus obras inencontrables, El arte erótico de Mihály Zichy, y yo quería hacerle unas cuantas preguntas, quería verlo de cerca, oírle, pedirle un autógrafo. Pero su enfermedad no le permitió asistir. Quedé decepcionado y abatido a la vez. En la conferencia la señora Rosa, su ama de llaves, nos contó que Marco Aurelio estaba muy mal, que apenas y podía respirar. El polígrafo autodidacto que me había cambiado la vida luchaba contra la muerte en un cuarto de hospital. Regresé a casa muy triste, tanto como para que mi esposa no me avisara que, mientras yo viajaba de vuelta, Denegri había fallecido. Me enteré horas después, y la sensación de luto me embargó. Fue como perder a un padre, a un amigo, o quizá a alguien más importante.


Denegri no pudo llegar a la presentación de su libro,
se encontraba delicado de salud


Tras su muerte, se realizaron diversos eventos en su conmemoración, diversos personajes escribieron artículos en su honor y TV Perú transmitió por varias semanas algunos de sus programas más representativos. Luego de aquello, todos enmudecieron. Ya no quedaba nada más que decir. El santo había muerto y sus milagros ya no importaban. Hasta que, siete meses después, el diario La República publicó una nota infeliz. La periodista Juana Gallegos afirmaba que MAD, en medio de su agonía, se había convertido al catolicismo. Yo no había leído nunca, hasta ese día, nada más ruin y profanador que esa declaración.

Y fue ella  [Rosa, su ama de llaves] quien lo convirtió al catolicismo. Como sabemos, MAD era ateo, pero los días que estuvo internado en el hospital, cuando se le complicó la hernia inguinal que lo postró en cama, el dolor era tal que Rosa llevó unas monjas para que le rezaran.

Le preguntaron si era católico y, qué habrá sido, pero respondió sí lo soy. Ya ves doctor, Dios te va recibir allá, le dije, y me agarró la mano: gracias, Rosa, eres una buena mujer.

MAD murió días después. (Vanguardia Aprista, 1 de agosto de 2020) 

¿O sea Denegri, el ateo, el hombre que dedicó muchas de sus páginas a demoler los postulados del catolicismo, que se reía de la creación divina, que consideraba la fe como uno de los peores males para la libre expresión de la sexualidad, se había transformado, cobardemente, en cristiano? Es algo que hasta ahora no puedo digerir. Y no porque me sienta decepcionado por lo que supuestamente hizo Denegri, sino porque no creo en ese testimonio. Me resulta imposible creerlo.

Meses más tarde, Luis Jochamowitz, escribió un artículo muy interesante sobre MAD, quizá uno de los más lúcidos y nostálgicos que he leído hasta ahora. En aquel texto Jochamowitz, termina, muy amargamente, señalando algo que todos sabemos es verdad:

Sus hábitos y rutinas deben de haber cambiado apenas con los años, pero al final de su vida uno se lo imaginaba más encerrado que nunca en la inmensa casa de sus padres en Santa Beatriz. Sin familia, sin hijos, ese caserón estaría lleno de libros y papeles, además de las mil curiosidades y artefactos que alguien tan dado a cultivar sus aficiones debe haber acumulado en una vida de manías. ¿Qué pasará con ese mundo ahora que Denegri no existe? Sin duda se dispersará, desaparecerá junto a su dueño. Dicen que detestaba ser popular, quizá vería con alivio esa disipación. (2019, p.14.)

Luis Jochamowitz, biógrafo sagaz

Estos días he puesto en el buscador "Marco Aurelio Denegri" y me han salido los mismos resultados de hace tres años. Ni una sola nota nueva, ni un nuevo comentario. Denegri, como era de esperarse, ha sido olvidado. Puede que en el Perú seamos poquísimos los que sigamos revisando, cada cierto tiempo, alguno de los artículos que escribió, o algunos de sus programas televisivos. Es probable que en este pequeño y atolondrado país todavía queden ciertas personas que lo recuerden y hablen sobre él. Pero siempre serán, como MAD acostumbraba decir, la inmensa minoría.

CODA

Según Denegri, Josefina Barrón era una mujer diserta. 
Y sí que lo es.


Escudriñó ese bicho raro al que llamamos monogamia, escudriñó con lupa y pinzas el amor, la naturaleza de la arrechura y su envoltura romántica, la vil convivencia, la palabra y todo, todito su esqueleto, esos gallos de pelea y a Onán, a Schopenhauer, Malaparte y Dios. Escudriñó a la mujer, su hystera e histeria, sus dramas y melodramas, al hombre, el tamaño de su cerebro, el de su pene y el de su autodestrucción; escudriñó el consumismo, la basura televisiva y la ‘estupidemia’, término que inventamos juntos en el set como quien luego de un coito en el auto engendra un hijo brillante. Pero, ¿saben? Yo creo que en cada escudriñada, en cada una de las cosas que él decía con tanta dureza y amargura, estaba su propia necesidad de escudriñarse a sí mismo. Se sabía humano y se lamentaba de serlo. Por eso se refería al ser humano, quitándose del grupo, arrugando. Así sería la vida sino más fácil, más llevadera. No se equivoquen. Marco Aurelio no era misántropo. Ni un ser de otro planeta. (Barrón, 2018.)
César Hildebrandt, uno de los mejores periodistas del Perú

Pero vaya que sí fue un gran tipo. Un gran tipo sin reemplazo. Uno menos en el elenco de gente que la vale la pena. Me habría gustado creer en el más allá para imaginarlo en alguna parte, bajo la sombra de un árbol, leyendo el tomo enésimo de una colección titulada «Enciclopedia universal de la estupidez humana». Lo vería sonreírse. (Hildebrandt, 2018, p.288.)


FUENTES

Barrón, J. (2018). MAD: Por favor, vive. El Comercio.

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Córdova, O. (2021). En el último instante: Dios. El espejo roto. 

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Gallegos, J. [Vanguardia Aprista]. (1 de agosto de 2020). JUANA GALLEGOS. "MARCO AURELIO ÍNTIMO". EN: LA REPÚBLICA" Érase un hombre al que le gustaba muchísimo la mermelada de fresa. Facebook.

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Hildebrandt, C. (2018). En sus trece. Debate.

Jochamowitz, L. (2019). Archivo expiatorio. Planeta.

Paredes, A. (21 de marzo de 2011). La Función de la Palabra - Marco Aurelio Denegri - Spot HD. 

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TVPerú (12 de noviembre de 2018). Sucedió en el Perú (TV Perú) - Marco Aurelio Denegri. 

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