ANÁLISIS
UNA BIOGRAFÍA SIN IMPORTANCIA
Marco Aurelio Denegri siempre fue reservado con su vida personal. Lo que menos le apetecía era que alguien pretendiese hurgar en su privacidad. Tenía la idea de que su vida no tenía relevancia alguna y que adentrarse en ello era una completa pérdida de tiempo. Cuando Josefina Barrón lo entrevistó en su programa La madre del cordero, e intentó sonsacarle alguna anécdota, lo único que consiguió fue que Denegri le esquivara cada una de las preguntas. Sin embargo, como premio por su insistencia, el polígrafo le contó algo, por no decir menos, personalísimo:
A mi madre, en general, no le gustaban mis conferencias por los temas... ella no estaba de acuerdo. Tenía una educación antigua, maneras de ver y obrar distintas de las mías... pero mi madre siempre estaba en primera fila en mis conferencias. Estoy hablando de fines de la década del 60, en varios ciclos de conferencia en Cultura y Libertad, una galería que dirigía José Luis Recabarren. Bueno, y como yo comentaba con mi padre, que en eso sí se compenetraba con mis puntos de vista, yo hago caso omiso de esa presencia, porque si yo estuviese pendiente de lo que va a pensar mi madre o lo que va a decir, entonces no podría decir; entonces yo ponía en ese momento entre paréntesis a mi madre, con todo el respeto que me merecía y todo, pero no, para mí no existía (max henry, 2009, 4m25s).
Quizá uno de sus recuerdos más íntimos lo escribió en Miscelánea Humanística, en aquel capítulo que tituló Recuerdos huatiqueros:
"¡Ahora los casados van a tener que prestar!"
El parroquiano de Huatica se expresó así, exclamativo, aquel mediodía del 27 de julio de 1956, en la esquina de Huatica y 28 de julio, donde estábamos unos cuantos curiosos viendo la partida de las últimas putas. [...]
[...] Nunca vi putas en las mañanas: todas dormían; todas las que vivían allí, que no eran todas las que trabajaban. Las residentes pagaban alquiler mensual; las otras, semanal o diario. En cada casita había dos o tres mujeres; muy rara vez una sola. [...]
[...] A mí me gustaba conversar con las putas, conversación que era cháchara, desde luego, pero me gustaba conversar con ellas. ¡Y la de cosas que conversábamos! Recuerdo que una pichona negroide me contó cierta vez que tenía un hijo llamado Sigfrido, y yo, ¡qué tal cojudo!, tratando de culturizarla, le dije que ése era, precisamente, el nombre de un drama musical de Wagner. [...]
[...] Un buen día, allá por 1952, me encontré en Huatica con mi profesor de Castellano. Fue en la cuarta cuadra, lo recuerdo perfectamente. No me sorprendió mucho el encuentro (al fin y al cabo, quién no iba a Huatica), pero a él sí, y la suya fue grandísima sorpresa. ¡Oh, si me parece estarlo viendo, todo descompuesto e incómodo! Al buen hombre se le había planteado un problema moral. Pues claro, ¿qué ejemplo era éste para la juventud?
Trató de explicarme que no había ido expresamente a ese sitio, sino que "pasaba por allí". Fingí creerle, pero él reparó en mi fingimiento y siguió explicándome. Total, nos dirigimos a un restaurantito cercano de 28 de julio y mi profe quiso invitarme un tamal, sólo acepté un café; y casi durante un par de horas me endilgó una perorata acerca de los inconvenientes y peligros de acostarse con putas.
Lo divertido es que años después vi a este rectorcillo de moralina en uno de los corralones de la Avenida México, donde se había establecido el nuevo barrio rojo.
En lugar de reprobar, o atenuar, o disimular, el lance prostibulario, debió este profesorcito -¡hubiese sido más pedagógico!- compartir con su alumno la experiencia y decirle, por ejemplo:
"¡Caramba, qué gusto de verlo por acá! ¿Y? ¿Cómo está la putería? ¿Usted ya se ocupó? ¿No? Ah, entonces venga conmigo, acompáñeme, vamos a dar un vistazo."
Pero no ocurrió esto; pudo más la moralina y ese afán de querer dar ejemplo a la juventud. ¡Maldita la falta que nos hacen semejantes ejemplos! (2010, pp.115-120)
En ninguna otra ocasión Marco Aurelio reveló algo de sí mismo. Tuvimos que esperar al documental de su vida para saber que una de las personas que más admiró fue una tía suya, Carolina Denegri Icaza, mujer culta y poetisa, a quien dedicó estas palabras:
Tía Carolina, tú has sido mi Hada Madrina, la de la pomada de la invisibilidad, y por tu Alegría tan firme y constante, indubitable, has logrado convencerme de que, efectivamente, de vez en cuando, este mundo trueca sus lágrimas por risas y contentos (TvPerú, 2018, 14m03s).
Lo demás que sabemos de Denegri, por ejemplo, que detrás de cámaras era encantador y confidente, o que todo lo que creía de veras sólo se lo decía a sus conocidos más íntimos, lo hemos descubierto a través de terceros, por aquellas personas que lo trataron personalmente.
Y qué más da, con eso es suficiente. Considero que haríamos mal en buscar algún otro detalle, pues puede que al intentar explorar más nos llevemos ingratas sorpresas. Denegri solía decir que el ser humano se equivoca al creer que los demás tienen una profundidad oceánica, porque en realidad solo tienen la profundidad de un charco. No creo que ése sea el caso de MAD, pero estoy seguro que, en lo más hondo de su corazón, era tan humano como cualquiera de nosotros. Como dice Vallejo:
"Considerando en frío, imparcialmente, que el hombre es triste, tose.../que lo único que hace es componerse de días; que es lóbrego mamífero y se peina.../ Considerando sus documentos generales/ y mirando con lentes aquel certificado/ que prueba que nació muy pequeñito.../ le hago una seña,/viene,/ y le doy un brazo, emocionado."
Denegri, el lóbrego mamífero
EL SEXÓLOGO
Marco Aurelio Denegri publicó, en abril de 1972, el primer número de su revista Fáscinum (léase, Fásquinum), y en su presentación advertía: "Fáscinum espera desatestarlo, y al desatestarlo desangustiar a media humanidad sufriente por causa de lo sexual, porque está convencido de que la falta de conocimiento ha hecho y hace mucho daño, y cree firmemente que la difusión del mismo sólo puede hacer bien" (Denegri, 1972). De esta manera, Denegri iniciaba una de sus empresas más quijotescas. Ni sus aportes a la vallejística, la linguística o la cajonística, tienen tanta importancia como sus aportes en el terreno sexual. Todo aquel que lo recuerda siempre hace alusión a su "mañosería", que se debe entender más como un halago que una ofensa, pues Denegri decía cosas que en esta sociedad siguen siendo vetadas por la moralina recalcitrante y asexual. Marco Aurelio era, en ese sentido, un insolente, pues tenía las agallas para decir cosas que abrumaban, ofendían, sorprendían y, cómo no, educaban. Y esto último es lo más importante, pues para él no existe verdadero amor ni verdadero disfrute sin conocimiento:
El desconocimiento y el vacío espiritual ramplonizan y degradan el erotismo. El hecho de ser hoy la celebración del coito trámite fácil, o poco más o menos, no significa que por fácil salga bien. Saldrá mal, necesariamente, porque la ignorancia y la torpeza no le van a conferir bondad (Denegri, 2018, p. 55).
Fáscinum fue sacada del mercado por "inmoral"
Además de la revista Fáscinum, Denegri escribió dos libros que, desde mi perspectiva, son los mejores aportes que hizo en el campo de la sexología. Me refiero a Obscenidad y Pornografía y La niña Masturbación y su madrastra Tabú. El primero, es un libro irrespetuoso, irreverente y delicioso. Un libro no apto para menores edad, uno de aquellos volúmenes que ingresarían al Índex católico de todas maneras, con lo que ya decimos mucho, pues la investigación se combina con el humor negro, los datos pertinentes, la escritura majestuosa de Denegri y una completa falta de respeto por todo lo sagrado, lo inmaculado y divino. Si no, que alguien me diga cómo deberíamos calificar un libro donde hay un capítulo titulado El culo de Dios; un libro donde se encomia al dios Pedo, se discurre sobre Príapo y su ingente pene; donde Lutero, el padre de la iglesia reformada, es recordado en una escena bochornosa, reprendiendo al Diablo: "En 1532, refiere Lutero que cuando el Diablo iba en las noches a molestarlo, diciéndole una serie de cosas desagradables, Lutero, dirigiéndose al Diablo, exclamaba: ´¡Chúpame el culo!´, y entonces el Diablo se callaba" (Henning, 1996, como se citó en Denegri, 2012); donde palabras como pinga, chucha, conchatumadre y putamadre son tratados con seriedad académica; un libro donde se rinde tributo al excremento, las flatulencias y los falos; donde el autor, sin ánimo de sonar pedante, demuestra que la consideración de lo que es obsceno o no, está determinado por nuestro nivel educativo: a más educación menor puritanismo; o donde se agrega, como un capítulo más, una extensa y provocadora Bibliografía obsceno-pornográfica; un trabajo donde, finalmente, se expresa una idea demoledora:
El verdadero problema no es la pornografía, sino la abismal miseria sexual humana: la ignorancia, los prejuicios, los tabúes, el miedo y la represión. El problema, o mejor dicho, el problemón es ése, no la pornografía. Dejémonos de cuentos chinos (Denegri, 2012, p. 33).
El libro más cochino y depravado de MAD
En el artículo Marihuana, mutilaciones sexuales y virginidad, publicado por primera vez en 1972, Denegri reflexiona sobre dos prácticas salvajes y antieróticas a las que son sometidas las mujeres en la cultura islámica: la clitoridectomía y la infibulación. En la primera, se mutila el clítoris y en la segunda, la vagina es clausurada a través de suturas sépticas. La finalidad de estos rituales es evitar que la mujer pierda la virginidad antes del matrimonio y que su marido sea el único con derecho a desvirgarla. Al finalizar el texto, Denegri menciona, de pasada, la circuncisión masculina y comenta, con horror, la manera en la que se practicaba antiguamente:
La circuncisión masculina es de rigor. Entre las tribus de la región arábiga de Tehama, llegó a tener el carácter de ordalía. El circuncidando sufría, no sólo la cercenadura prepucial, sino el despellejamiento de las zonas infraumbilical, púbica y escrotal, y asimismo el de las caras internas de los muslos. Felizmente, las autoridades ya han prohibido esta salvajada (1972, p. 22).
Si bien, el tema que se trataba era la virginidad, el autor no hace mención alguna sobre la masturbación, que, como bien ha indicado Cristopher Hitchens, es quizá la verdadera causa por la que se efectuaban la infibulación y la circuncisión. Sin prepucio que correr ni clítoris que estimular, el individuo queda privado por completo de su capacidad autoerótica, con lo que termina ceñido a la castidad hasta el momento del matrimonio.
Refiero esto, pues Denegri, en el libro La niña Masturbación y su Madrastra Tabú (2015), se explaya grandilocuentemente sobre la pajística, pero nunca corrige este detalle. Y es muy decepcionante, sobre todo tratándose de una de las joyas que este señor nos dejó.
Un libro para masturbarnos el cerebro
Marco Aurelio consideraba que el mejor disfrute erótico-sexual era el que uno mismo se proporcionaba, que frente a las insatisfacciones conyugales, la disfuncionalidad heterosexual y el desconocimiento en las artes amatorias, la receta mágica era la praxis masturbatoria. Y si digo mágica, lo hago respetando la afirmación denegriana, según la cual nosotros, al masturbarnos, estamos frotando la lámpara mágica.
En esta sociedad pacata, antiliberal, prohibitiva y censuradora, que en lo único que se complace es en ver sufrir al otro y evitar su goce, la masturbación ha sido el blanco de diversos ataques. Ejemplo de ello, fueron los arbitrarios diagnósticos médico/teológicos que la consideraban causante de diversos males físicos (pelos en la mano, atarantamiento, estupidez y locura) y, no nos olvidemos, los sádicos tratamientos que se usaron para evitarla o "curarla" (imposición de corsés, camisas de fuerzas, manoplas y guantes metálicos para no caer en la tentación). Entonces, ante semejante desprestigio la gente no dejó de masturbarse, sino que lo hizo con culpa. Y fue en ese momento cuando la sociedad frívola ganó la batalla. No había conseguido suprimir la práctica, pero sí entorpecerla. Autocomplacerse es ahora una vergüenza, una falta de respeto, una pérdida de tiempo.
Denegri cree que esta campaña antimasturbatoria inició en el siglo XVI, a través de un panfleto de título engorroso y desabrido (Onania o el Horrendo Pecado de la Autopolución y de Todas sus Terribles Consecuencias en ambos Sexos; con consejos Espirituales y Físicos para Quienes ya se han dañado por esta Abominable Práctica, a lo cual se agrega Una Carta de una Dama al Autor sobre el Uso y Abuso del Lecho Conyugal, y la Respuesta del Autor), pero tiendo a disentir de él, pues las culturas egipcia, judía e islámica, por poner algunos ejemplos, ya practicaban la mutilación de tejidos genitales con fines indirectamente antipolutivos. Maimónides, por ejemplo, consideraba que la circuncisión atenuaba y disminuía la voluptuosidad, además que dejaba debilitado al órgano en cuestión, por lo que, desde mi punto de vista, más allá de servir como pacto divino, el corte prepucial, y en otros casos, la clitoridectomía, eran usanzas antimasturbatorias, antecedentes de las barbaridades que luego se pusieron de moda en occidente.
No hay que creer ingenuamente que toda la campaña de difamación, estigma y prejuicio ha cesado. La oposición al placer autónomo sigue tan férrea y agresiva como hace muchísimos siglos, defendiendo ingentes sandeces que la investigación científica más reciente ha comprobado como falsas. Sin embargo, los hechos han demostrado que cuando la ignorancia y el tabú se juntan pueden más que la verdad.
Recuerdo, a este respecto, que a los 15 años empecé a leer a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, uno de los escritores de autoayuda más famosos e influyentes de habla hispana. La profesora de literatura nos había encomendado leer Juventud en éxtasis, uno de sus libros bandera, y yo, desde ese momento, consecuente con mis creencias religiosas, tomé al autor como guía personal. Ahora, después de más de 10 años, considero que sus libros constituyen una verdadera amenaza, no solo por lo que defienden (al final, uno puede defender lo que se le antoje), sino porque se presentan con el membrete de científicos, con lo cual, seducen a los lectores neófitos, los engañan, les endilgan una serie de patrañas y los someten a la vergüenza.
En el caso específico de la masturbación, Cuauhtémoc asevera, en boca de sus personajes, lo siguiente:
—¿Tú te masturbas demasiado?
—¿Por qué me preguntas eso?
—Sólo pensaba...
—¿A dónde quieres llegar?
—¿Crees que la masturbación sea buena?
—Claro que sí. Es sencilla, rápida, gratis, exenta de largos cortejos hipócritas y de peligros como el embarazo o los matrimonios forzados.
—De largos cortejos hipócritas —repitió enfatizando la última palabra—. Eso es cierto, pero, ¿sabías que si los hombres la practican de modo abusivo, en forma rápida y constante, les produce el reflejo de la eyaculación prematura?
Me quedé estático. Sentí una cubetada de agua fría. ¿Era reproche o información? Sacudí la cabeza tratando de alejar esa nueva idea de tormento, pero no pude. Solo, en mi recámara, recordando a mi frustrada compañera comprendí que el verdadero frustrado y fracasado era yo. Con tan intensa actividad estaba perdiendo el control de mis instintos y quizá, en vez de adquirir destreza para satisfacer algún día a mi pareja definitiva, estaba acumulando disfunciones (1994, p.12).

Cuauhtémoc, el Stephen King de la sexualidad
En otro de sus libros recurrentes, Free Sex? (2008), el autor resume en seis páginas todas sus máximas acerca de los tocamientos indebidos. Considera, por ejemplo, que es natural masturbarse, pero que hacerlo excesivamente podría acarrear consigo terribles daños psíquicos y sexuales. Además, compara la masturbación con la adicción a las drogas e infiere que, a medida que pase el tiempo, los deseos por masturbarse se vuelven incontenibles, imparables, y el individuo requerirá de varias sesiones al día para sentirse medianamente satisfecho. En medio de su diatriba dice algo espantoso, pseudocientífico, perturbador, algo muy semejante a lo defendido por Tisot, el "médico" que Cuauhtémoc parece admirar: "Muchas parafilias sexuales como el sadismo, masoquismo, voyeurismo, fetichismo, travestismo, pedofilia, exhibicionismo o transexualismo, son extremos deformados de prácticas que comienzan con la masturbación excesiva" (p. 77). En otras palabras, para el escritor de La fuerza de Sheccid, masturbarse está bien...bueno, tampoco tan bien...la verdad es que está mal...muy mal.
El problema principal de todo es que Cuauhtémoc cuenta con una gran popularidad entre los adolescentes, a quienes les viene a reforzar los disparates infundados en casa. Y con ello, mella el poco amor propio que se tienen muchos chicos, induciéndolos a pensar que, aparte de ser rebeldes, irresponsables y débiles, son inmorales.
¿¡Qué daño puede causar una inofensiva práctica!? Ninguna, pues permite el goce de primera mano (desde tu propia mano), el descubrimiento de tu yo físico, de tu sensibilidad, de tu respuesta sexual, de tus lubricaciones y secreciones, de tu erotismo. En suma, masturbarse es una manifestación de autoestima, de aprecio, quizá el primer paso del desarrollo de nuestra identidad, pues para saber quiénes somos habría que conocernos milimétricamente. Como propuso Denegri: "La masturbación es una prueba del amor que nos profesamos y únicamente amándonos, amaremos a los demás. Si nos amamos bien, entonces nos masturbaremos bien, con alegría, como se debe, propiamente, con plenitud orgásmica" (2015, p. 81).
Marco Aurelio incluso fue más lejos. Para él, la ipsación no era una expresión netamente erógena y sexual que, como muchos creen, se presenta desde la adolescencia, sino también una expresión afectiva, muestra del óptimo apego parento-filial, presente desde la más tierna infancia. En su libro incluye una entrevista que le hizo a la psicóloga Rosario Panez Silva, con la que conversa acerca de la masturbación infantil. Aquí un extracto de esa desingenuizante tertulia:
- En nuestro medio se suele considerar que los niños no tienen vida sexual. Se les considera "inocentes". Tenemos entendido que desde la época de Freud los científicos dicen todo lo contrario. ¿Qué opina usted al respecto?
-Efectivamente, hay una tendencia a considerar que la vida sexual empieza en la adolescencia, pese a que desde Freud se acepta que el impulso sexual presenta una evolución que va de la infancia a la adultez. Y en esta evolución hay también un cambio del objeto hacia el cual se dirige. En primer lugar, el impulso sexual se dirige hacia el propio cuerpo; solo después se orienta hacia un objeto distinto. Las zonas del cuerpo que pueden producir placer son variadas; la genital es sólo una de ellas.
[...] -¿Qué nos puede decir sobre la génesis de la masturbación infantil y la relación madre-hijo?
-La aparición de la masturbación en el niño presupone una adecuada relación emocional entre la madre y el niño.
-¿Una adecuada relación emocional? Ésta es una afirmación que sorprenderá a muchas personas. ¿O sea que si la relación es inadecuada la masturbación no se presenta?
-Así es, como lo han demostrado los estudios de Spitz y Wolf. Estos investigadores estudiaron dos grupos de niños. El primero lo formaban 17 niños criados en familia, con una buena relación madre-hijo. El otro grupo estaba constituido por 61 niños que habían sido criados en la casa-cuna de una cárcel, donde no existía una figura materna que brindara contacto emocional individual a los niños.
Los resultados fueron muy interesantes, pues la totalidad de los niños criados en un medio emocional favorable presentaron actividades autoeróticas. En dieciséis casos, masturbación, y en uno solo, balanceo. Pero los niños del otro grupo, que carecían de un contacto afectivo con la madre, no presentaron el menor tipo de actividad autoerótica.
Esto demuestra claramente que la masturbación, en el primer año de vida, no solamente puede presentarse, sino que es deseable que se presente, pues es un índice de normalidad y desarrollo (p. 355-357).
Desde esta perspectiva, la masturbación no sólo es complaciente o placentera, sino incluso benefactora. Enhorabuena, ya que con esto queda comprobado que tirarse la paja resulta ser más conveniente de lo que parece.
En esta sociedad moderna que alaba la buena autoestima y lucha porque los demás la tengan, no vendría mal una abierta y libertaria defensa a favor de la masturbación. No al extremo de fomentar cursillos para aprender las artes de la autocomplacencia, pues la masturbación es un acto personalísimo e individual, donde el interesado va aprendiendo poco a poco, aprovechando y disfrutando de su soledad. Cuando aludo a la defensa de la masturbación, me refiero estrictamente a combatir cualquier embuste, patraña o sesgo que vuelva a ponerla en el paredón. Me refiero también a promover cualquier investigación científica seria, documentada y experimental que la limpie de afrenta, que cure las almas dañadas de muchísima gente que por bastante tiempo se consideró paria solo por inclinarse a un placer inofensivo. Quizá así, en un tiempo no muy lejano, todos podamos exclamar victoriosos:
¡Qué vivan todos aquellos que alguna vez en su vida se encerraron en su cuarto, se escondieron en un baño, aprovecharon la complicidad de la noche o la ausencia de los familiares para disfrutar de uno de los mayores deleites de la naturaleza: la MASTURBACIÓN!
EL MISÁNTROPO
Una de las posturas más exacerbadas en Marco Aurelio Denegri fue aquella en la que expresó un desprecio visceral por la humanidad. Lo demostró así todas las veces que fueron necesarias. A tal punto que, si uno revisa los últimos programas de La Función de la Palabra, descubrirá que casi todas versan sobre la estupidez humana. Términos como peoría, artificialeza, prótesis, ignorancia y asesino, podrían ser algo así como las palabras clave del discurso final del polígrafo peruano. Para Denegri, el hombre es un error, lo peor que pudo crear la naturaleza, y por ello no merece ni la más mínima consideración, ni siquiera un elogio o un premio. Según él, lo que el hombre merece es la extinción.
Sería muy abrumador colocar aquí todas las ideas que defendió al respecto, pero voy a citar solo algunas de ellas, como prueba fehaciente de su misantropía:
Considerando, pues, la destructividad, la brutalidad y la estupidez de la especie humana, yo comparto la opinión de Lorenz de que es inútil seguir buscando el eslabón perdido, porque el eslabón perdido somos nosotros.
[...] Habrá que pensar, en consecuencia, como ciertos gnósticos, que a nosotros no nos creó Dios, sino el Diablo, en un momento en que Dios estaba descuidado.
Somos, pues, diabólicos y manifestación palmaria de ello es nuestra perseverancia en el error.
[...] Pareciera haber en nosotros vocación de peoría y no, como sería menester, ánimo de mejoría.
[...] El hombre es un miembro del reino animal, del filum de los cordados , del subfilum de los vertebrados, de la clase de los mamíferos, de la subclase de los euterios, del grupo de los placentarios, del orden de los primates, del suborden de los pitecoides, del infraorden de los catarrinos, de la familia de los hominoides, de la subfamilia de los homínidos, del género homo y de la especie stúpidus.
Nadie nos supera, en efecto, en la comisión de burradas. Somos, pues, los Animales Principales (2012, p. 67-70).
Lo malo, o mejor dicho, lo estupefaciente, es que nos estamos pareciendo cada vez más a los monos; o acaso fuera más propio manifestar que nunca nos distinguimos verdaderamente de ellos. Lo que pasa es que ahora se nota más esa indistinción (2014, p. 36).
Hoy no somos más humanos, sino menos, porque la videocracia no humaniza, sino animaliza (2014, p. 50).
En relación presencial, cara a cara, uno puede soportar a otro ser humano dos o tres horas seguidas, y tres o cuatro si no son seguidas (2018, p. 121).
Denegri, hay que reconocerlo, fue fiel a lo que predicó, pues, de acuerdo a los testimonios recogidos post mortem, sabemos que en sus últimos años se aisló de todo y de todos más que nunca. Jamás sabremos qué fue lo que lo empujó a tan tajante idea, a tamaña desconsideración, a aquella ojeriza recalcitrante hacia nuestra especie que, dicho sea de paso, también era la suya.
Muchos consideran que su postulado era inevitable, sobre todo, porque se supone que las personas con un poquito más de caudal intelectual se sienten decepcionados de la ignorancia, el yerro y la equivocación humanas. Es posible, pero desde mi punto de vista, Denegri adoptó estas ideas porque tuvo una mala lectura, una errónea interpretación de sus congéneres.
Habría que ser demasiado ingenuos, o demasiado ilusos, para considerar que nuestra especie es angelical o la creación de un ser divino, sabio y todopoderoso. Creo que tenemos suficientes pruebas de lo contrario, es decir, de lo ineptos, imperfectos y chapuceros que somos cada uno de nosotros. Pero habría que agregar que esa imperfección no solo se limita a la humanidad, sino a todos los seres vivos. Y aquí yace el error de Denegri, de separar a los hombres de los demás seres vivos, de verlos unitariamente y olvidarse de dónde provenimos. En este mundo donde todo tiende a la entropía, buscar algo puro, pulcro e inmaculado, es una verdadera pérdida de tiempo. En definitiva, la naturaleza nunca atina a la perfección, ni tiende a ella; como han demostrado los más agudos biólogos y naturalistas, la naturaleza siempre escoge lo menos malo de entre una serie de elementos que compiten por sobrevivir y pasar su información genética a la siguiente generación. Esta es la suerte que corren todos los organismos vivos. Ninguno se salva de esta ley axiomática. Por lo tanto, esperar que los hombres sean dechados y probos, es pedir demasiado. Basta con que nos llevemos bien con los demás, dejemos de provocar daños a los otros y nos dediquemos a lo que más nos guste. Querer que el hombre sea culto, feliz, exigente y exquisito, leído, amoroso, diligente y arreglalotodo, es lo mismo que esperar el advenimiento del Mesías, o sea, pura fantasía, una ilusión negacionista.
Considero que, en un momento de su vida, Denegri idealizó al hombre, lo vio con ojos llenos de entusiasmo, nos consideró superiores, y cuando entendió que no éramos aquello, se desencantó a tal punto que nunca terminó de despotricar en nuestra contra, de vengarse por no ser quien él creía que éramos. Prueba de lo que digo se encuentra en su afán por negar que el hombre es un animal más, que tenemos la misma naturaleza que los demás organismos vivos.
Desde tiempos inmemoriales se ha tenido la creencia que los hombres somos distintos de los animales, que nos encontramos en un plano superior, que nuestras facultades, comparadas con las de los demás organismos vivos, son excelsas, y por esta razón, se ha considerado que lo hace el hombre es mucho más santo o mucho más ruin. Hasta cierto punto esto es cierto, pues los seres humanos, al haber desarrollado el neocórtex (específicamente, la corteza pre-frontal) fue capaz de darle criterios éticos a sus acciones; sin embargo, si nos atenemos a la comparación básica (genética, biológica, conductual, y, en ocasiones, social) entre el hombre y el animal, caeremos en la cuenta de que somos tan iguales, tan parecidos en bondad y en maldad. No es que seamos más asesinos o menos compasivos en comparación con los lobos y los perros; no es que seamos más estúpidos o menos inteligentes que los chimpancés; ni siquiera es cierto que nuestra organización social tenga algo que envidiarle al de las hormigas; sólo que hemos aprendido, con el transcurrir de miles y miles de años, a juzgarnos con principios éticos que no se han establecido para los demás animales. Esto es bueno, pues nos permite convivir con una multitud de coterráneos (inclusive, más allá de lo aceptado para nuestra determinación biológica que, según Dunbar, alcanza el límite de 150), pero es negativo en el sentido de que nos ha impedido vernos como realmente somos (por ejemplo, los cristianos creen que los Diez Mandamientos fueron otorgados por Dios, por lo tanto, sólo los que recibieron y "entendieron" estas leyes -los hombres -tenían un don especial; los demás organismos eran secundarios y superficiales).
En su libro Normalidad y Anormalidad & El Asesino Desorganizado (2012), Denegri expone sus ideas con hiel y testosterona, al punto de llegar a contradicciones que nunca corrige. Por ejemplo, en la página 53 dice: "Somos pues, mayoritariamente, naturaleza, y minoritariamente, artificialeza. Quienes sostengan lo contrario, tendrán por supuesto que demostrarlo", y más adelante, en la página 60, alega: "Nuestra especie no es natural, es protética. Imaginárnosla sin prótesis, en general, y sin armas, en particular, es imposible". Frente a este desliz, habría qué preguntarnos si el ser humano, desde la mirada de Denegri, es mayoritariamente natural, no natural o simplemente protético (que es lo mismo que decir artificial).
Cuando considera la naturaleza humana, Denegri cree que hay una contradicción entre la inteligencia y el instinto. Para él, al haber alcanzado la "inteligencia superior", nos deshicimos por completo de nuestro carácter instintivo, por lo que estamos sujetos al error, al desacierto, la falla, la comisión de equívocos; no así los animales que, como máquinas, se valen de sus instintos (servomecanismos) para evitar los yerros y las metiduras de pata. Y esto, así como es una desventaja, termina siendo también un regalo para el hombre, pues gracias a no tener instintos vemos las cosas con otros ojos, quizá con más estética y profundidad; por ejemplo, el sexo. Los hombres ven el sexo más allá de su orden biológico y reproductivo, lo ven como una entrega, un disfrute del placer corpóreo y anímico. Si fuéramos instintivos, bastaría con la cópula rápida y vacía de compromiso (al menos, el erótico).
Denegri olvidaba que las áreas cerebrales trabajan juntas en respuestas a un estímulo y que casi todas las respuestas motoras y cognitivas pasan por el filtro del lóbulo frontal. Lo que, en el caso de la conducta sexual, esto nos llevaría a decir que el deseo se origina en el Tallo cerebral y el significado que le demos a la misma dependerá de lo que hayamos aprendido a lo largo de nuestra experiencia, el cual se verá expresado en reacciones dopaminérgicas en el sistema límbico (hipocampo y área septal) y el lóbulo frontal (específicamente, la corteza pre-frontal, la cual está encargada, entre otras cosas, del procesamiento de estímulos emocionales, razonamiento inferencial, atribución de intencionalidades y el procesamiento de emociones placenteras). Es decir, lejos de que el instinto empobrezca el acto sexual, lo enriquece, abrumándolo de sensaciones que nosotros juzgamos de excelsas, espirituales y metafísicas.
El problema del postulado denegriano es el negarse a ubicar lo humano (y con ello, todo lo sexual y estético) al nivel cerebral, y no digamos ya genético, porque eso sería animalizarlo y aceptar su carácter instintivo. Para MAD había algo más que nos hacía humanos. Por eso, cuando define al hombre dice: "Es un ser bio-socio-psico-espiritual" (2014, p. 32). Ergo, el hombre no puede ser catalogado como uno más del montón, sobre todo por ser una entidad espiritual. Sin preverlo, y menos confesarlo, Denegri sigue la línea cartesiana del dualismo: alma y cuerpo. El cuerpo depende de expresiones bestiales, mientras que el alma vive de la cultura. La cultura cincela las imperfecciones homínidas, nos hace más interesantes, menos sujetos a las desviaciones del cuerpo. El alma es superior, el cuerpo inferior. El cuerpo es instinto, mecánico; el alma es belleza, erotismo, aprendizaje.
Para mí, el peor libro de MAD
Al parecer, Denegri siguió estudiando al hombre teológicamente y se olvidó, o no le importaron, los descubrimientos científicos. Ésta era, también, una de las claudicaciones más aberrantes del polígrafo: creer que la ciencia era obsoleta en algunos casos. Criticando uno de los libros del filósofo español Jesús Mosterín, argumenta:
Mosterín cree que la ciencia es el único medio de explicación del mundo y de las cosas del mundo. Jesús [de Nazaret], según Juan, dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Entonces, Mosterín podría decir, pues, que la ciencia es el único camino, que es la verdad y la vida, para explicar el mundo. Nosotros, como lectores diligentes, no creemos que la ciencia sea el único camino para explicar el mundo y las cosas del mundo. La ciencia es un camino, en eso creo que estamos todos de acuerdo, y es un camino muy remunerativo, muy serio y consistente, para explicar ciertas cosas, pero de hecho hay cosas que la ciencia nunca ha explicado y parece que nunca va a poder explicar. La ciencia no ha explicado el arte, ni la poesía ni la música, ni la vida misma. Nunca ha explicado eso científicamente porque no son científicamente explicables. No puede explicar científicamente una composición de Mozart, para mencionar a un genio. Ni tampoco, científicamente, se puede explicar la satisfacción inmensa que produce, pues, una obra wagneriana o una composición de Chopin. Se puede explicar de otra manera, pero no científicamente. Bien, entonces, si no es la única manera, ¿qué debemos hacer cuándo la ciencia no puede explicar una cosa? Porque, de hecho, repito, hay cosas que no puede explicar. Entonces, ¿deberemos recurrir a medios extra científicos de explicación, deberemos quedarnos con los brazos cruzados? ¿Qué es lo que deberemos hacer? Bueno, si esos medios extra científicos de explicación conciernen al oscurantismo y a la charlatanería, evidentemente que no podemos usar de esos medios. Pero si son medios extra científicos de explicación tienen su propia simbología, sus propios signos, su propia semántica, entonces, podemos acudir a esos medios para explicar ciertas cosas que la ciencia, repito, no puede explicar (juvenal12234, 2012, 2m52s).
Es cierto que la ciencia no lo explica todo, que existen fenómenos que jamás entenderemos, pero eso no es argumento suficiente para decir que otras "explicaciones" extra científicas sean mejores. Si la ciencia, siendo tan rigurosa y minuciosa, tiene sus limitaciones, qué podremos esperar de otros métodos que se basan en la subjetividad, en la interpretación metafórica y literaria de la vida. Es conocida la sentencia de Newton, según la cual "Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano". Y es verdad, conocemos muy poco, casi nada, pero lo que conocemos, lo que de veras podemos llamar conocimiento, nos lo ha ofrecido la ciencia. El asunto es que cuando el hombre siente curiosidad por algo, busca cualquier medio para entenderla, aunque esos medios sean más que sospechosos. Como refiere Jesús Mosterín (2006): "cuando los filósofos y los científicos no saben nada de un tema, en vez de callarse, lo desarrollan" (p.49). Y al desarrollarla desbarran olímpicamente. Un caso famosísimo es el del psicoanálisis, que, con todo y su sistema, es uno de los grandes embustes en la historia de la búsqueda del saber.
Que la ciencia no lo explique todo es lo más esperable, lo sólito, algo a lo que debiéramos estar acostumbrados; sobre todo porque pensar que todo debe tener una explicación es una actitud muy religiosa y porque, incluso si hubiera una explicación, quién nos garantiza que nuestro cerebro esté capacitado para entenderla. Mosterín lo resume de la siguiente forma:
Una de las cosas a las que tenemos que acostumbrarnos es que la ciencia, a diferencia de la religión o la política, donde pretenden saberlo todo, en la ciencia muchas cosas, pura y simplemente, no las sabemos. Cada cosa que logramos saber es como un brillante, como una luz que brilla en la oscuridad. Newton tiene una imagen muy curiosa: los científicos somos como niños que juegan en la playa y se alegran cada vez que encuentran una conchita de conocimiento precioso, mientras a su lado ruge el océano de nuestra ignorancia. Ignoramos muchísimo más de lo que sabemos, y hay muchas preguntas muy interesantes que nos hacemos, a las que no podemos responder (2006, p. 190).
No hay que creer, sin embargo, que Denegri soslayaba todos los descubrimientos científicos. Lo que hacía era seleccionar los más acordes a su pensamiento y utilizarlos como pruebas, pero si no había un sustento científico para tal o cual idea, él se valía de citas de novelistas, poetas, políticos, etc. Y esto hacía que sus ideas parecieran un combinado empalagoso.
En su ensayo Normalidad y Anormalidad, Denegri presenta un listado de 22 conductas que él considera innatas en el ser humano, de las cuales, al menos 3 no tienen un sustento científico:
• La incapacidad de convivir pacíficamente en comunidades de más de cien personas es innata. El hombre no sabe ni puede convivir pacíficamente con sus congéneres.
El antropólogo Robin Dunbar ha hecho una investigación al respecto y ha descubierto que los seres humanos estamos preparados, cerebralmente hablando, para relacionarnos hasta con 150 congéneres. La creencia de MAD en la insoportabilidad hacia los demás se ve expresada también en otro ensayo titulado: ¿Cuántas horas es soportable un ser humano? Y responde a dicha pregunta citando a Julio Ramón Ribeyro y Jean Paul Sartre (buenos escritores, por cierto), pero no cita a ningún antropólogo o neurocientífico.
• La incapacidad de conocer bien a los demás y de conocernos debidamente a nosotros mismos es innata en el ser humano.
Para sustentar esta idea, Denegri no usa ninguna prueba científica. Simplemente la menciona. Aunque si buscamos bien, en otro ensayo suyo, titulado ¿Qué es el hombre?, llega a decir que en esta era digital el hombre está perdiendo su dentrura, su capacidad de introversión, por lo cual no puede reflexionar, pensar ni meditar. Utiliza, como sustento, una idea de Ortega y Gasset:
Bien decía por eso don Ortega y Gasset que cuando el mono, en el zoológico, ya no tiene ningún estímulo que lo mueva, ni el ofrecimiento que le hacen los circunstantes de plátanos y maníes, ni las risas y comentarios de la gente que contempla y celebra sus monadas; cuando el mono ya no tiene estimulación ninguna, entonces comienza a dormitar y luego se duerme, porque el mono, carente de lo que se llama los adentros, o sea lo interior del ánimo, no puede introvertirse ni ensimismarse y por supuesto desconoce la abstracción, la reflexión y la meditación.
Lo malo, o mejor dicho, lo estupefaciente, es que nos estamos pareciendo cada vez más a los monos; o acaso fuera más propio manifestar que nunca nos distinguimos verdaderamente de ellos. Lo que pasa es que ahora se nota más esa indistinción (2014, p. 35).
Ante semejante disparate, habría que decir que el comportamiento de un chimpancé en cautiverio es totalmente diferente a la de uno en estado de libertad. Y esto lo han demostrado grandes naturalistas, que, como Jane Goodall, han convivido con los chimpancés en su propio hábitat. Ninguno de ellos se atrevería a decir que estos animales no poseen dentrura.
• La predisposición a la obediencia y a la sumisión es innata. Y lo mismo la predisposición al mando, a la jefatura o al liderazgo.
Esto, más que el desarrollo de una conducta innata, es la descripción de hechos históricos. Conocemos de invasiones, reinados, guerras, violencia y masacres. Pero por ningún motivo podríamos decir que la gente que fue esclavizada tenía predisposición a serlo, o que los reyes estaban predestinados a ocupar ese puesto. Sino, pregúntele a Atahualpa.
Algo más curioso todavía es que Denegri cita a Erich Fromm, Curzio Malaparte y Mario Vargas Llosa, para defender su tesis. Con el respeto que se merece cada uno de los susodichos, pero su autoridad en genética, no sólo es endeble, sino totalmente nula. Vaya patinazo el de Marco Aurelio.
Marco Aurelio califica al hombre como un Asesino desorganizado, pues considera que, a diferencia de los demás animales, nosotros matamos por puro placer. Sostenía que, desde que el hombre descubrió las armas, o más bien, desde que las armas nos descubrieron, es decir, desde que nos revelaron que éramos asesinos potenciales, hemos ido deshinibiéndonos y matando a distancia, sin ser vistos por el enemigo y con impunidad emocional. Denegri creía, como Konrad Lorenz, que el hombre no posee servomecanismos que evitan que demos el golpe fatal. No importa que el otro se rinda, nosotros atacamos hasta fulminarlo. Carecemos, desde su punto de vista, de la moralidad innata de los animales:
En el comportamiento agonístico o agonal de los animales, esto es, cuando luchan o pelean, un gesto de sometimiento, de humillación, pone fin a la contienda. No bien reconoce uno de los contendores su derrota, muestra al adversario su punto más vulnerable. Los cuervos y otras aves ofrecen la parte posterior de la cabeza; los perros y los lobos la garganta. En el mismo instante del ofrecimiento, el vencedor debe interrumpir la lucha, y la interrumpe. Una inhibición propia de su especie le impide dar el mordisco fatal. De esta manera, el más fuerte se impone, pero el más débil sobrevive. El hombre, en cambio, carente de tal inhibición automática, da el mordisco y mata al rival (2012, p.57).
En El Gen Egoísta (1989), Richard Dawkins deshilvana esta idea y la desarma completamente. Para él, el aparente altruismo de los animales, no es más que una Estrategia Evolutivamente Estable (EEE):
Una estrategia evolutivamente estable o EEE es definida como una estrategia que, si la mayoría de la población la adopta, no puede ser mejorada por una estrategia alternativa. Es una idea sutil e importante. Otra manera de expresarlo sería decir que la mejor estrategia a seguir por un individuo depende de lo que la mayoría de la población esté haciendo. Ya que el resto de la población consiste en individuos, cada uno de los cuales trata de potenciar al máximo su propio éxito, la única estrategia que persista será la que, una vez evolucionada, no pueda ser mejorada por ningún individuo que difiera de ella. A un cambio ambiental considerable puede seguir un breve período de inestabilidad evolutiva, quizá se produzca una fluctuación entre la población. Pero una vez que se logra una EEE, ésta permanecerá; la selección penalizará cualquier desviación respecto de ella (p. 79).
Para que se entienda mejor la idea de Dawkins, ilustrémosla: Supongamos que A, B y C son miembros de una misma especie. Como los tres tienen los mismos gustos culinarios y reproductivos, y como los recursos y las parejas son escasos, entonces deben competir por ellos. Imaginemos que A y B se encuentran en medio del bosque. Sería muy fácil para A eliminar a B, pero al hacerlo le daría cierta ventaja a C, pues al eliminar a B estaría quitando de en medio a uno de sus rivales. Así que la mejor estrategia para A es dejar con vida a B, pues en algún momento B y C se enfrentarán y le darán la ventaja.
Esto es algo que se puede ver cada vez que los perros quieren copular con una hembra. Detrás de una hembra en celo están hasta 5 o 6 perros (a veces más), cada uno buscando una oportunidad para aparearse. En cierto momento, los perros inician la lid, empiezan los ladridos, lo gruñidos y en poco tiempo se desencadena la gresca. La hembra huye de la lucha y, detrás de ella, sale un perro, el más astuto, el que deja que los demás se peleen mientras él toma la delantera y transmite sus genes a la siguiente generación. Si él se tomase el tiempo de unirse a la reyerta terminaría herido o muerto, y no podría consumar el acto reproductivo, así que le conviene más desentenderse de los demás y aprovechar el tiempo que tiene disponible. La selección natural, por su parte, premiará este actuar, y con el tiempo se convertirá en una EEE, a no ser que sea superada por otra.
En otras palabras, si los demás animales, entre ellos los perros, no matan a sus oponentes, no es porque sean caballerosos ni solidarios, sino porque les es más conveniente no hacerlo. Podrían matarlos, pero inhibirse termina siendo más productivo.
Mosterín y Dawkins, dos pensadores que Denegri debió leer
para entender mejor al hombre
Algo muy parecido le pasa al ser humano. No es cierto que seamos los más sanguinarios del reino animal. Sí, es verdad, hemos desarrollado armas de destrucción masiva, pero si seguimos vivos es porque dentro de nosotros aún existe una inhibición natural que impide que nos matemos. Claro, Denegri planteaba las cosas de una manera catastrófica:
En los primeros ciento cincuenta años de los últimos doscientos, en el Occidente civilizado -supuestamente civilizado-, la principal ocupación del hombre ha sido matar. Cada minuto, un ser humano ha dado muerte a otro ser humano. En los últimos cincuenta años, la pausa entre una y otra muerte violenta se ha reducido a un tercio; es decir que actualmente cada veinte segundos un hombre mata a otro hombre (2012, p.66).
Estos datos estadísticos pueden ser alarmantes, pero la verdad es que cada minuto pasan cosas horrorosas en el mundo y no por eso nos atreveríamos a decir que la humanidad es un lastre. No es que menosprecie los datos que brinda Denegri (aunque desconozco la fuente de dónde los haya sacado), sino que, al parecer, su grito de alarma es muy desproporcionado. En la actualidad, somos aproximadamente 7. 674 miles de millones de habitantes en el mundo, de los cuales, de acuerdo a los datos brindados por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (2020), 463. 821 han sido víctimas de homicidio. Es decir, un número muy lamentable, pero minúsculo frente a otras causas. Por ejemplo, a raíz de la pandemia por la Covid-19 se han registrado, hasta el momento, un total de 4,468,374 muertes, en tan solo un año. En otras palabras, la Covid-19 ha demostrado ser más despiadada, más desinhibida y más "desorganizada" que nosotros.

Los hechos no sustentan la hipótesis de MAD
Otro detalle que habría que agregar es que esos 463.821 asesinados premeditadamente, no lo han sido por personas cuerdas o que se encontraban en sus cabales. Las más de las víctimas suelen morir a manos de trastornados mentales. En un estudio realizado por Padrón y García (2018), se encontró que entre los principales responsables de un homicidio se encuentran aquellos que padecen de personalidad antisocial (36,9%) y trastorno de personalidad orgánico (8,05%). Lo cual es un claro ejemplo de que no todos los seres humanos tendemos al asesinato despiadado y premeditado, ya que no todos padecemos de estas psicopatologías.
Algo que apuntaba Jesús Mosterín (2007), es que la explicación de la violencia humana no sólo debía rastrearse en la naturaleza. Para el filósofo español, cierto grado de nuestra agresividad depende de nuestra memoria genética, pero también de nuestro legado memético. La violencia humana suele desencadenarse o exacerbarse a causa de la educación recibida a lo largo de la vida, principalmente en la infancia, pues: "La plasticidad del cerebro infantil se aprovecha a veces para atizar y fomentar un cierto tipo de agresividad violenta encauzada por los cauces que marca el ideólogo, el patriota o el fanático religioso de turno" (p.38). Homicidios, genocidios, atentados terroristas, caza de brujas y Holocaustos, no tienen su causa en la biología, ni en la anatomía de la destructividad humana, sino en el adoctrinamiento, ideologización y fanatismo de las diversas culturas. Ni los 5 millones de muertos que produjeron Las cruzadas ni los 50 millones que provocó la Segunda Guerra Mundial, fueron responsabilidad de nuestra "incapacidad innata para convivir con nuestros congéneres", sino más bien del fanatismo religioso y la intolerancia recalcitrante de las cuales hemos sido víctimas.
Así que Denegri yerra al creer que somos necesariamente asesinos, pues no todos hemos recibido, ni recibiremos nunca, una educación violenta e intolerante. Con lo que su visión de la humanidad se hace, no solo criticable, sino también soslayable.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Marco Aurelio Denegri cuenta con una variedad de textos, que abordan temas sexuales, linguísticos, históricos, anecdóticos y especulativos, muchos de los cuales son merecedores de elogio, como aquellos donde discursea sobre el fetichismo, la elección de pareja, la caza de brujas y la lectura, pero otros merecen una crítica dura y aguda, como en los que diserta sobre la vida, los niños y la humanidad. Como cualquier estudioso, nunca estuvo exento de errores, pero esto no empequeñece su contribución ni sus méritos.
Él solía decir que el que ha leído un libro y no lo critica, o no ha leído nada o es un verdadero estúpido. Y claro, todo aquel que lo haya leído y escuchado, sabe que el mayor tributo que podemos ofrecerle es revisar su producción y criticarlo, no solo para encomiarlo y halagarlo, sino también para desbaratar sus ideas y apuntar sus errores.
Espero sinceramente que, si él hubiese leído este texto, se hubiese sentido halagado.
¡Viva gran maestro!
Ingenio, 27 de agosto de 2021
FUENTES
Anexo: Países por tasa de homicidio intencional (08 de agosto de 2021). En Wikipedia.
Áreas y funciones cerebrales V: Corteza Prefrontal Dorsolateral (15 de marzo de 2016).
Blason (s.f.). Por qué el ser humano se autodestruye - La Función de la Palabra - Marco Aurelio Denegri [Archivo de Vídeo].
Cuauhtémoc, C. (1994). Juventud en éxtasis.
Cuauhtémoc, C. (2008). Free Sex? Ediciones Selectas Diamante.
Dawkins, R. (1989). El Gen Egoísta. Salvat.
Denegri, M. (2012). Obscenidad y Pornografía. Fondo Editorial de la UIGV.
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Denegri, M. (2014). Poliantea. Fondo Editorial de la UIGV.
Denegri, M. (2015). La niña Masturbación y su madrastra Tabú. Fondo Editorial de la UIGV.
Denegri, M. (2018). El arte erótico de Mihály Zichy . Fondo Editorial de la UIGV.
Emmanuel Ariza (15 de enero de 2015). JUVENTUD EN ÉXTASIS (Libros que arruinaron nuestra infancia) | La División De Ariza [Archivo de Vídeo].
juvenal12234 (18 de junio de 2012). Marco Aurelio Denegri comenta obra de Jesús Mosterín parte 03 [Archivo de Vídeo].
max henry (25 de noviembre de 2009). Entrevista a Marco Aurelio parte 2 [Archivo de Video].
Mosterín, J. (2006). Crisis de los paradigmas en el siglo XXI. Enrique Guzmán y Valle y Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
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Padrón, C. & García, T. (2018). Trastornos mentales y homicidio. Revista Cubana de Medicina General Integral, 34(1), 4-13. Recuperado en 26 de agosto de 2021, de
Plantilla: datos de la pandemia COVID-19 (26 de agosto de 2021). En Wikipedia.