A veces parece un poco forzado sacar enseñanzas de los libros, películas y series de televisión, sobre todo porque se leen y ven mejor si entiendes que detrás de cada una de ellos no hay segundas intenciones. Sin embargo, en algunas ocasiones, nuestro cerebro metafórico interpreta lo que ve de acuerdo a su propia experiencia. 
Hace poco volví a ver algunos de los capítulos de esta serie animada y sentí cómo muchos de sus capítulos se pueden adecuar a mis vivencias actuales: ingreso a la madurez, duda existencial, las frustraciones habituales de la vida y la búsqueda de sentido.
Curiosamente, en estas semanas me estuve preguntando obsesivamente qué sentido tiene la vida si dentro de poco moriremos. Qué sentido tiene trabajar, estudiar, reír, llorar, sufrir, gozar. Para qué todo eso si pronto seremos polvo, residuos inútiles de lo que fuimos en vida.
Pero al ver esta serie, ya con ánimo psicológico, entendí algo muy importante: vivir no tiene nada que ver con buscar un significado futuro. Si buscamos un sentido para el qué vivir, basta con centrarnos en el ahora. Es una falsedad, impuesta por el establishment, que la validación de nuestros propósitos se encuentra en el mañana. Todos nos dicen que, si lo que haces afecta a los demás en el futuro; si lo que realizas tiene consecuencias en la próxima generación; entonces, tus acciones y tus propósitos, sí valieron la pena. 
Es cierto que, de manera indirecta, muchas de las cosas que hacemos afecta nuestro porvenir y el porvenir de los demás. Pero esa no es la razón por la que luchamos por nuestros sueños. Si lo hacemos es, o por nosotros o por los demás, pero en esta generación. No por la que vendrá. Si fuera así nada de nada valdría la pena. 
Cuando Darwin estudió y argumentó la teoría del origen de las especies, no lo hizo por lo que vendría en el futuro; lo hizo por él, por lo que difundiría en su presente. Cuando Newton sustentó su teoría de la gravedad, no lo hizo pensando en los alcances de los siglos venideros; él pensaba en lo que conseguiría en ese instante, observó la belleza de ese momento, no le importó lo que vendría en el futuro. 
¿Qué cómo lo sé? Pues, en estos últimos años la neurociencia ha demostrado que existe una imposibilidad fisiológica y mental para prever el futuro. Cuando el hombre piensa en lo que vendrá es inevitable que traiga a su memoria imágenes del pasado. Como explica Eduardo Punset, no podemos concebir el futuro sin evocar el pasado.
Por lo tanto, el futuro es incierto y vacío de significado, podemos intentar hacer premoniciones, pero no hay probabilidad de acertar. Así que cuando pensamos en las siguientes generaciones, por muy bienintencionados que sean nuestros deseos, realmente estamos pensando en esta generación.
¿Y qué tiene que ver toda esta reflexión con Naruto? Pues, es una de las pocas series que trata de responder de qué forma podemos enfrentar este hoy, este deseo de crear el futuro manchado de pasado. 
La historia gira en un entorno frágil, amenazado por las relaciones débiles entre naciones que no hace mucho habían experimentado el caos de la guerra. Incluso los deseos de paz de algunos se ven opacados por las ambiciones de otros que no olvidan, que no desean olvidar. La venganza es uno de los ejes principales de la serie. Niños que sufrieron la guerra, el desprecio y el dolor en carne propia, ahora son jóvenes o adultos intentando cambiar el futuro, pero siempre, en cada decisión, vuelven a cometer los mismos errores que sus predecesores. Consideran que la redención de la tierra está en la guerra, en la destrucción absoluta. Creen que de las cenizas surgirá una nueva generación.
Sasuke, uno de los personajes más importantes, cree que la venganza honrará a su clan asesinado hace un par de años atrás. Gaara, un niño despreciado por su aldea, busca reconocimiento a través del sadismo y la crueldad. Pain, uno de los antagonistas más exquisitos de la historia, considera que la única forma de que el mundo entienda su dolor, es extendiéndolo a todos los demás. Y Obito (llamado Tobi por los Akatsuki) inicia la guerra, la muerte y destrucción del mundo, en un inútil empeño por demostrar que ésta solo trae vacío emocional (la razón: hace unas décadas atrás, el amor de su vida murió en medio de la guerra ninja).
De entre todos los personajes, Naruto es el único que se da cuenta que el pasado, por muy pesado e injusto que sea, no debe determinar nuestro presente, ni menos, intentar que con ella a cuestas podamos construir el futuro. Él, víctima del desprecio de su gente, burlado por los sabelotodo, menospreciado por lo que tienen ínfulas de superioridad, vencido por los de mayor experiencia en las artes ninja, jamás se resigna al derrotismo y la venganza. Su pasado, que regresa en forma de pantallazos, lo anima a destruirlo todo, pero sus ansias del presente, del ahora, no le permiten flaquear. Él es mejor que lo que vivió, y no dejará por nada que su hoy se arruine por esas evocaciones dolorosas.
El monstruo que lleva en su interior lo domina a veces, le hace perder el control, le impulsa a traicionar su presente. Por suerte, siempre tiene al lado a sus amigos para ayudarle. Y en la transcurso de la historia veremos por qué Kurama, la bestia que habita dentro de Naruto, es odioso y despiadado: también él sufrió a manos de otros; considerado únicamente un arma de guerra, vive su presente desquitándose por todo lo que padeció. 
Cuando Naruto entiende eso, no lo utiliza como una herramienta, sino que lo ve como un amigo, un compañero en el cual apoyarse.
Lo bello de la serie es que, constantemente, nos muestran cómo aquellos que atizaron la hoguera, piensan en lo maravilloso que hubiera sido detenerse a tiempo. Y al final cada uno ve que el pasado es solo una parte de la vida, no la vida misma.
Por eso Naruto siempre es bueno olvidando. La única forma de evitar envenenarnos con el sufrimiento es perdonar y olvidar lo que hicimos o nos hicieron. Y perdonar es un acto del ahora. Solo se perdona en el presente.
Quizá "este es mi camino ninja" que Naruto siempre repite, no solo sea el intento por volverse Hokage en un futuro cercano, sino el de vencerse a sí mismo, su historia, su pasado, y ayudar a los demás a ver el camino correcto. Por eso, las palabras de la abuela Chío (Naruto Shippuden, cap. 31) me parecen especiales y profundas: "En este mundo de shinobi, creado por viejos frívolos, es muy gratificante saber que existen almas como la tuya. Hasta ahora todo en la vida lo había hecho muy mal, pero al fin, al final de mi vida, finalmente podré hacer algo bueno a cambio. Los errores de los viejos de la Arena y la Hoja quedarán atrás. El futuro que les espera será diferente, y no gracias a nosotros. Tu poder especial del que Kakashi me habló, puede cambiar el futuro dramáticamente, muchacho. Conviértete en un Hokage como nunca ha habido... 

Es difícil encontrar mejor serie que la de Naruto. Sus reflexiones e ideas son extraordinarias.