Pienso en sexo todos los días. Para mí no existe día santo. Inclusive en los momentos más oscuros de mi vida, mi cerebro siempre buscó un pequeño espacio para pensar en sexo.
Cada vez que siento paz suelo jugar con mis testículos, compadeciendo a quienes teniendo tan grato instrumento de diversión, desprecian su uso, dándole vueltas al pudor, la vergüenza o el miedo a parecer pervertidos.
En muchísimas ocasiones me masturbé en lugares y ocasiones de los menos adecuados: en el baño de la iglesia, en el cuarto de mis padres, en la sala de algún familiar, en el bus, o después de ver una película de la Segunda Guerra Mundial y sentirme triste, cuando mi esposa dormía y en otras situaciones que no mencionaré para no espantar al lector o lectora.


Pienso en sexo todos los días. ¿Seré condenado por confesarlo?


Una de mis pasiones ocultas son los vídeos pornográficos. Algunos, sinceramente, son lamentables, pero otras están hechas tan elegantemente que las he visto y revisto una infinidad de veces. Y es por esa misma razón que estoy de acuerdo con Virginie Despentes, una de las pocas feministas que ha abogado abiertamente por los derechos de las actrices porno. Si muchos tipos fueran sinceros, agradecerían la existencia de ese material fílmico: nuestra vida no sería la misma sin ellos.
He tenido una variedad de fantasías sexuales: tríos, masoquismo, sadismo, vouyerismo, infidelidad y orgías. Y en algunas ocasiones me he encontrado a mí mismo pensando en una serie de escenas sexuales que pondrían a rezar hasta al menos santo.
En mi biblioteca albergan alrededor de 300 o 400 libros de sexualidad y cada vez que puedo les doy una ojeadita: siempre hay algo caliente que leer. Aunque debo de confesar que muchos de los libros no terminan de convencerme. En su mayoría son textos llenos de palabras, apenas unas cuantas imágenes, como si el libro los hubiera escrito un eunuco, un prelado o una feminista radical. Por eso aprecio Fáscinum, la revista sexológica publicada por Marco Aurelio Denegri en los años 70. Cada artículo está acompañado de sendas imágenes o ilustraciones ruborizantes. 
Debo agregar, a esta lista blasfema, que siempre me han parecido ignominiosos términos como seno, vulva, copular, pene, coito y relaciones sexuales; y, por el contrario, la lexicografía más obscena, como chucha, falo, tetas, follar, coger, joder y tirar, me parecen encomiables, ya que revelan lo sacrílego, heterodoxo e irreverente que puede ser el encuentro entre los cuerpos.
En las clases que imparto, siempre se me sale un datito sexual, a veces sin que haya relación entre el tema y el dato, simplemente lo suelto, como un pedo, por accidente, pero resulta que a la mayoría les gusta: ¿sabían que el varón expulsa entre 200 a 400 millones de espermatozoides en cada eyaculación?; ¿sabían que, según Desmond Morris, los labios de la boca femenina se parecen a los labios vaginales?; ¿sabían que, según algunas investigaciones, los niños que viven en familias funcionales siempre se masturban, y que lo contrario pasa en las familias disfuncionales?
Inclusive en una ocasión una estudiante me confrontó diciendo que a cuento de qué les ofrecía ese dato, y yo le respondí que a cuenta de que me acordé.
En algunos momentos hasta me he sentido un gurú del sexo entre mis amigos y amigas. Y en muchos casos he intentado responder, con cierto éxito, las preguntas más curiosas: ¿El semen es nutritivo?; ¿Puedo echarme semen en la cara?; ¿A los varones les gusta que les den por detrás?; ¿Será normal que me guste el sexo anal?, etc.
Ahora bien: todo lo antes mencionado no me hace especial, pero tampoco me degrada. La gran mayoría no anda publicando sus más íntimos secretos, pero algo me dice que deben albergar cosas más oscuras que las que yo he descrito; quizá hasta haya personas que se reirán de mí y sentirán lástima, puesto que su larga experticia en estos asuntos es gigantesca. Y algo me dice que esta experticia no solo la tienen los varones, sino, y quizá más, las mujeres.
El hecho de que se difundan con mayor frecuencia las conductas sexuales masculinas, no quiere decir que las damas se queden atrás. Aunque claro, la cultura nos ha enseñado, tácitamente, que sobre ellas está prohibido hablar. Sin embargo, las estadísticas y los nuevos estudios revelan que las mujeres también son aficionadas al sexo y que en ciertas ocasiones se aprovechan de la ingenuidad masculina para sacar a relucir toda su libido.
Entre las fantasías sexuales más habituales de las mujeres están: tríos, sexo con un extraño, ser dominadas o dominar, lesbianismo, ser observadas mientras se las cogen, orgías, intercambio de parejas y sexo en lugares públicos o de cierto riesgo, como en el vestidor de una tienda.
De acuerdo a los datos revelados por Porn hub, una de las páginas porno más visitadas a nivel mundial, en el año 2018 el porcentaje de mujeres que ingresaban a su plataforma ascendía a un 29%, pero esta cifra se incrementó para el 2022 en un 36%. 


La página porno que no solo visitan varones,
sino también, y cada vez más, mujeres



En el 2010, El Comercio reveló que en el Perú el 50% de mujeres había sacado los pies del plato, sin tener nada que envidiar a los varones (que en su conjunto sumaban un 71%). Por otro lado, el mismo informe revela que dichas conductas suelen repetirse en otros países latinoamericanos y que países como Chile tienen una mayoría femenina infiel (61%).
En su libro Diferentes, el primatólogo Frans de Waal cuenta lo siguiente: "los niños de la etnia barí, en la cuenca del río Maracaibo en Sudamérica, a menudo tienen un padre primario y varios secundarios. Tienen la creencia de que el semen de todos los hombres que se relacionan sexualmente con la madre contribuye al desarrollo del feto, un fenómeno conocido como paternidad parcial. Una mujer embarazada tendrá, aparte de su marido, uno o más amantes de manera rutinaria. El día del parto pronunciará los nombres de todos esos hombres. La mujer que atienda a la parturienta correrá a la casa comunal a felicitar a cada uno de ellos diciéndole: Tienes un niño. Los padres secundarios tienen la obligación de ayudar a la madre y su retoño".
Con estos datos puedo aventurarme a concluir que, en asuntos sexuales, las chicas también la pasan bien, al menos en lo que se refiere a sus fantasías y desfogues. 
Sin embargo, esta información parece desagradar a algunas activistas del feminismo. Pues para algunas, el sexo es una degradación, o, como argumenta la Beauvoir y la Guillermoprieto, una violación constante del varón hacia la mujer.
Dice Simone de Beauvoir en El segundo sexo:
La mujer es penetrada y fecundada por la vagina, que sólo se convierte en centro erótico por la intervención del hombre, la cual constituye siempre una suerte de violación.


El segundo sexo, un libro denso,
por ratos oscuro y por otros, torpe en sus análisis

 

En el libro ¿Será que soy feminista?, Alma Guillermoprieto, en un arrebato de locura, tratando de emular a su predecesora, asevera que en los cuadros o pinturas con claro contenido sexual, las mujeres se sienten un poquito violadas o un poquito asfixiadas. En este caso particular, a Guillermoprieto le desagrada "Susana y los viejos" de Guido Reni, pero no por razones estilísticas, sino pacatas y puramente especulativas: 

El cuadro de Guido Reni -uno entre decenas que se pintaron hace casi cuatro siglos con el mismo tema- pretende ilustrar un episodio bíblico: la casta Susana se descubre espiada por dos viejos raboverdes mientras se baña. Con el pretexto del tema religioso, el refinado pintor presenta a una  mujer voluptuosamente desnuda, y el poderoso comprador del cuadro tiene licencia para, antes de los videos porno, regocijarse en sus aposentos mirándola. Pero ¿se contentarían los vejetes solamente con mirarla? El que le hace ademán de guardar silencio ¿no tendrá más bien la intención de violarla? ¿Y no será que el cuadro también le permite al comprador disfrutar de una bíblica y cosquilleante fantasía de violación?



Según Guillermoprieto, este cuadro es el antecedente
de las revistas y videos porno

 

Considero que la activista mexicana, tan dada a las interrogantes, no hubiera hecho mal preguntándose si no estaba exagerando. ¿Qué podemos decir del comprador del cuadro, es más, qué podemos decir de los compradores de videos, revistas, libros, acerca del actuar sobre sus adquisiciones? El propietario de un bien puede hacer con ello lo que bien le plazca: tirarlo, quemarlo, ponerlo en el centro de mesa, dormir con él, fantasear, masturbarse, usarlo de fetiche, lo que sea. ¿Realmente a alguien le importa?

Imagino el concepto que tendrían de mí estas archifeministas si tuvieran la oportunidad de entrar a mi biblioteca. Pondrían el grito al cielo y de seguro hiperventilarían. Tal vez pensarían que han ingresado a la casa de un violador, acosador, pederasta, misógino y transgresor. Posiblemente, lamentarían la suerte de mi esposa y le aconsejarían que, por el bien de ella y de mi hija, me dejara.

Pero basta de suposiciones. No creo que las feministas lleguen a tanto. Aunque quién sabe.

En este último libro, la autora despotrica hasta de las inevitables miradas de los varones hacia las mujeres. Es cierto que los silbidos y los piropos son incómodos, pero ¿una mirada? 

La ciencia moderna dice que nos enamoramos a través del olor, pero yo juraría que cuando vi por primera vez a mi esposa, quedé fascinado. Es cierto, y lo confieso, traté de verla todita. Su rostro, su cabello, sus tetas, pero sobre todo, y lo que más resalta de ella, su culo inmenso, firme, acaparador. No sé si ella hubiese tenido el mismo efecto en mí si solo la hubiese escuchado. Ya siendo enamorados, ella siempre trataba de impresionarme: las minifaldas, los shores, el pantalón apretado, el escote, los tacos, eran un aliciente para el amor y el deseo. ¡Qué hubiese sido de mí sin haberla visto!

Quizá harían bien las feministas en leer libros científicos en lugar de panfletos que refuerzan su obstinación. Frans de Waal, por ejemplo, ha hecho un detallado estudio sobre la indumentaria femenina en diversas especies de primates y ha encontrado casos en los que las chimpancés hembras utilizaban tripas de antílope como adornos llamativos. O sea, que esto de encantar la mirada masculina no es privativo de nuestra especie, ni tiene nada que ver con el machismo o la "sexualización" del cuerpo femenino.  

Recuerdo, a este respecto, una de las escenas más escandalosas de la Tv y Radio peruanos. La periodista Patricia del Río, tratando de demostrar que el cuerpo de la mujer era sexualizado hizo ademán de sacarse el sostén frente a dos ultraconservadores de derecha, Agustín Laje y Nicolás Márquez, y luego vociferó que si ellos hicieran lo mismo no les pasaría nada, puesto que se han sexualizado las tetas de la mujer.

Está de más decir que Laje y Márquez defienden posturas muy sospechosas, pero ni siquiera ellos merecían que se les confrontara con unas tetas. Si bien las tetas pueden ser expuestas al gran público, en medio de protestas, marchas multitudinarias, en la playa, en las películas o donde sea, eso no significa que pierdan su valor sexual. Al menos no para el varón. Ver unas tetas al descubierto encienden respuestas lascivas inmediatamente. Si no lo creen, pues que algunas chicas salgan descubiertas por las calles y no podrán evitar las miradas lujuriosas de una cantidad ingente de varones. Considero, tomando en cuenta el punto de vista de algunos biólogos, que el único momento en que una teta se vuelve inapetente es cuando empieza a dar leche. Pero antes o después de su rol materno, las bubis, al igual que las caderas o las nalgas, son afrodisíacos naturales. Y eso lo saben las mujeres y por eso cada ropa que usan, cada prenda, inclusive la vestimenta que omiten, está ideada para marcar, señalar y resaltar esas zonas libidinosas.


Una de las realidades que se consideran muy poco al momento de analizar la actividad sexual del varón es que, primero, si nosotros buscamos más sexo, no se debe a un aprendizaje social ni menos a un desorden mental, sino a una diferencia gradual de testosterona. Si la ciencia no miente, entonces los varones producimos 25 veces más testosterona que las mujeres. Y esto no es poca cosa. Los altos niveles de testosterona le suben a cualquiera la temperatura. Y es por esa razón que, comparados con las mujeres, solemos masturbarnos más o buscamos repetir el coito innumerables veces.

En segundo lugar, a veces confundimos la cháchara con la acción. Los varones solemos hablar, mofarnos o cotillear más sobre asuntos sexuales, aunque en realidad ni siquiera tengamos ni la mínima experiencia. Una cosa es que, en el salón de clase, o en el parque, junto a los amigos, riamos, hablemos de sexo con groserías, y que incluso alguno nos "cuente" sus experiencias, y otra es que realmente seamos promiscuos o coitotécnicos (una expresión muy bonita que denota experticia en el campo sexual). Los chicos hablan de sexo, pero son muy pocos lo que han tenido cuantiosas aventuras, la mayoría son unas zanahorias. Por eso no me sorprendió cuando en las reuniones con amigos la mayoría confesara que su primera vez fue con su esposa, porque la mayor parte de las veces solemos engancharnos con la primera que nos regala tan deliciosa experiencia.

Esto no quita que haya tipos bien galantes que traten de aparearse con una gran cantidad de mujeres y lo consigan, pero de estos hay pocos.

Otro detalle muy importante, pero que suele invisibilizarse, es que en cuantiosas ocasiones el sexo se utiliza como medio de burla y chantaje contra el varón. Es sabido que muchas mujeres al ver el pequeño miembro de su pareja, o que éste demora en penetrarlas, o se vienen muy rápido, toman estos eventos como excusa para sus jolgorios y cotilleos amicales, o, ya en el ámbito familiar, si se genera una riña, la pareja lo privará de sexo por algunos días e incluso lo forzará a humillarse para devolverle los favores. Con lo que podemos inferir que, en el sexo, los varones no siempre son victimarios, a veces también son víctimas .

Sin embargo, cuando el feminismo habla de sexo, suele pensar siempre en promiscuidad, abuso, acoso, degradación , bajeza y ruindad, y siempre del lado del varón. Omite al gran porcentaje de varones que, las más de las veces, consideran a las mujeres una fuente de inspiración para seguir adelante, y menos como objetos sexuales. Soslaya arbitrariamente a los varones que son educados para temerle al sexo, a la masturbación o a las fantasías eróticas (sino pregúntenles a los millones de religiosos que pasan sus vidas arrodillados frente a un crucifijo). Y al parecer les importa un rábano aquellos varones que apenas y follamos un par de veces al mes.


Inicié este artículo anotando mi pequeño historial sexual, pero no mencioné el que más me divierte: cuando la escucho jadear de placer y decirme "ya sentí... ¿qué, tú todavía no? Apúrate que todavía nos falta limpiar la casa".


¿Y QUÉ DE LAS VIOLACIONES SEXUALES?

Mi compromiso con la verdad no me deja terminar este texto de manera tan complaciente. Aunque no suelo pensar mucho en esto, sé que existe un patrón de conducta que daña y empantana el sexo: la violación sexual.

Este un mal arraigado en la sociedad y uno que tiene larga data.

Desde las violaciones descritas por los textos sagrados más antiguos (la del rey David a Betsabé, por poner un caso), pasando por aquellas que fueron perpetradas en tiempos de guerra (una de las más lamentables: la masacre de Nankín), hasta las que son registradas en la actualidad (de acuerdo al programa AURORA, en el 2022 se registraron en el Perú un total de 27 362 casos de violencia sexual), podemos hacernos una idea de cómo este mal parece no tener fin. 


Índice de violencia sexual en el Perú durante el 2022.
¿Los varones hacemos bien siendo
indiferentes a la agresiones sexuales?


Es difícil no reconocer que las principales víctimas de estos delitos son mujeres y los principales agresores, varones. Por lo que el abuso o la violación sexual se vuelve, cada vez más, un escarnio y una afrenta que tenemos que sobrellevar todos los varones. No es raro que incluso tus propias tías, primas y, más aún, amigas, tengan reparos en pasar un momento a solas contigo, o se hagan tantas bolas para dejar a sus hijos o hijas a tu cuidado: estar con ellos es peligroso, ¿acaso no sabías que quienes violan suelen ser, sobre todo, familiares, amigos y conocidos?

Tengo que confesar que el miedo, la sospecha y la duda no son injustificadas. Algo debemos hacer los varones para romper esa visión desfavorable en torno a nuestro género. Muchos tipos están tan mal del coco que agreden niñas, adolescentes, jóvenes e incluso ancianas. Y eso es algo que no podemos perdonar. Quizá una de las primeras acciones que podemos llevar a cabo los varones que no tenemos esas chaladuras, es denunciar los delitos, defender a las mujeres que sabemos son víctimas de dichas agresiones y, por ningún motivo, buscar justificaciones para salvaguardar al victimario. Entiendo que algunos de estos tipejos sí pudo haber atravesado por un pasado oscuro antes de tales episodios, así que para ellos ha de ser necesario un sistema de rehabilitación para luego pasar a cumplir su condena. Los varones sanos mentalmente deberíamos ser los primeros en aborrecer tales abominaciones y no plantar defensa o menosprecio del hecho, menos si el criminal es un familiar o conocido nuestro: nadie está sobre el bienestar, la libertad y la felicidad de los demás.

Frans de Waal, reflexionando sobre las formas de prevenir el abuso sexual, dice:

Por eso me gustaría añadir una opción para combatir el acoso sexual y la violación: crear una cultura en la que ni los jóvenes ni los adultos se sientan impulsados a esos comportamientos ni los disculpen en sus amigos. En lugar de centrarnos solo en lo que las mujeres pueden hacer para evitarlo, también deberíamos considerar lo que enseñamos a los chicos y los modelos que les proporcionamos... [Los jóvenes] Deben aprender que la fuerza conlleva responsabilidad. Queremos que desarrollen la autodisciplina, un sentido del honor y el respeto por las mujeres. 

Yo no puedo más que suscribir sus palabras.


Huánuco, 20 de junio de 2023




GALERÍA DE FOTOS DE LIBROS, PINTURAS, RETRATOS O FOTOGRAFÍAS 

QUE TENGO EN MI BIBLIOTECA

QUE PONDRÍAN LOS CABELLOS DE PUNTA A LAS FEMINISTAS 



Verga es otro nombre grandioso





El placer en todo su esplendor






Virginie Despentes sorprende y encanta en esta novela:
todas sus páginas están revestidas de sexo, sangre, muerte y violencia.
Toda una diatriba contra la moral





Si debo de hacer elogios a alguna feminista, debería felicitar a Despentes. 
Su Teoría King Kong es un verdadero canto de libertad






No te dejes engañar por su portada, este libro está maldito y por eso gusta:
Bella, una chiquilla de catorce años, inicia sus escarceos sexuales
y tiene unos instructores muy "imaginativos"




Estos libros trastornaron mi juventud: desde que los leí,
el sexo me pareció más digno, más fascinante, más deseable




Tengo la impresión que por este libro tildaron a Javier Marías de "MACHISTA":
las descripciones que hace acerca de los encontrones de la heroína son encomiables



:
Ni Pantaleón y las visitadoras, ni Elogio de la madrastra se comparan
a esta obra maestra del erotismo peruano. Mario Vargas Llosa en toda su expresión








Que tire la primera piedra la persona que al ver estas tetas
siga creyendo que no son eróticas