¿La publicidad fue exagerada? 
Después de ver la película, creo que sí


Uno puede pensar que cualquier película catalogada como para "toda la familia" tiene que ser inocente y entretenida, donde el meollo del asunto sean las cosas tontas, absurdas y lamentables que les suceden a los personajes y donde sobran la defensa o el ataque de ideas sociales o políticas. Pero cuando la cinta se torna sociológica y media sectaria, es inevitable dirigir alguna crítica hacia la misma, y en muchas ocasiones ésta tiene que ser furibunda y puntillosa. Y eso es lo que me provoca Barbie, una película publicitada con bombos y platillos desde hace bastantes meses, prometiendo talento, risas, reflexión y fascinación. Lo más curioso, y a mi parecer, injusto, es que durante estas dos semanas de estreno ha recibido críticas favorables por muchísima gente que opina que es una película extraordinaria. Por mi parte, la considero una película banal, bulliciosa y reivindicadora de las bagatelas que occidente ahora ha hecho baluarte.

 De acuerdo con la película, no existe mejor mundo que el gobernado por mujeres, donde son ellas las que dirigen la política, la ciencia, la economía, las artes e incluso las relaciones amorosas. Todo en este mundo matriarcal es perfecto. Una se despierta orgullosa de ser una mujer. Hay trabajo, premiaciones, reconocimientos constantes, y, mires por donde mires, siempre habrá una igual a ti demostrando sus aptitudes, su inteligencia, su poder. Es por eso por lo que todas las noches hay que hacer una fiesta para celebrar la amistad, la belleza, la perfección. Aunque esperen, realmente no todo es perfecto. Hay algo que lo estropea todo, algo que soportar inevitablemente: los Kenes. Sí, esos tipos diametralmente opuestos a las Barbies, con cabello corto, barba y cuerpo robusto, son la paria de este idílico planeta. Son tan innecesarios que su compañía es prescindible. Por más que digan ser sus novias, las Barbies los menosprecian, y no como una estratagema de seducción, sino por puro placer. Ayer fue noche de chicas, hoy es noche de chicas y mañana también. Nunca existe tiempo para él, a pesar de que Ken se desviva por demostrarle lo bueno que es. Ni las piruetas, las demostraciones de fuerza ni las palabras de amor convencen a la inalcanzable Barbie. Ella no depende de Ken, vive feliz sin él, a pesar de él.

Todo esto es así hasta que Barbie estereotípica piensa en la muerte. Cuando parece que por fin la película toma un giro especial, la crisis de la protagonista solo revelará la mendicidad del guion. Ahora, Barbie tiene que viajar al mundo real y buscar a la niña que juega con ella para así librarse de sus obsesiones tanáticas, de la celulitis y de tener que poner los pies en la tierra. O sea, la mujer ideal no puede soportar pensar en la muerte ni puede aceptar que el cuerpo envejezca y que los pies se maltraten de tanto andar en tacón. 

Inicia su viaje hacia el mundo real y en el camino algo la fastidia: otra vez Ken siguiéndola hasta los confines del mundo. Debería bajarse de ese auto rosa, pero su amor lo ciega, a pesar de todo quiere acompañarla, porque él no puede vivir sin Barbie. Ella acepta de mala gana.

Cuando llegan al mundo real, Barbie se siente acosada de buenas a primeras. Todo parece una adaptación sacada de esas historias paranoicas de los libros de Judith Butler o Alma Guillermoprieto: si un hombre te mira, te desnuda; si un hombre te habla, te acosa; si un hombre te lanza un piropo, te viola. Y claro, las sospechas no son infundadas, apenas unos minutos de estar en la Tierra y ya Barbie ha recibido una buena nalgada. Ken, que es un idiota, no la ha defendido, se ha quedado perplejo. Pero no lo juzguemos, recuerden que ha nacido en una sociedad donde las mujeres se defienden por sí mismas y los hombres están de adorno.

Lo bueno de Barbie, imaginan los autores, es que no tiene vagina. ¡Imagínense lo que le hubieran hecho! No habría pasado ni un día para que la desvirgaran a la fuerza cualquiera de esos vulgares policías o esos rústicos albañiles con quienes intenta entablar conversación. En este mundo hostil, poblado de machos incivilizados, Barbie es una víctima potencial todo el tiempo. No existe calle segura ni institución respetable, no hay varones que la puedan defender ni autoridades que velen por su integridad. Otra vez: ¡qué suerte tiene Barbie de no tener concha!

Tan pronto como Barbie encuentra a la niña de sus sueños, larga a Ken y éste tendrá tiempo de ver la ciudad. Algo parecido a la leyenda de Adán y Eva, solo que al revés. Ken camina solo, libre y se encuentra con la serpiente antigua, quien lo induce a ser otro, a darse cuenta de su situación deplorable en la que está: ven, mira, si pruebas de esta fruta ya no tendrás que agradar todo el tiempo a Barbie, ahora serás como Dios. Y Ken observa cómo los hombres ningunean a las mujeres, cómo son ellos, y no ellas, los que alcanzan cuotas de poder, de jerarquía y dominio. Ken está en el paraíso. Por fin su voz es respetada, aunque obviamente, no del todo. El pobre no tiene oficio ni beneficio y a todos los trabajos que acude siempre lo terminan echando por falta de experiencia. Pero no importa, él está en un mundo echo por ellos, construido por ellos, arquitectónicamente patriarcal.

Aunque hay que quejarnos y preguntarles a los productores por qué decidieron llevar a Ken al hermoso distrito de Venice, en los Ángeles (California), donde la vida es un regalo del cielo, donde – ¡ojo! – no solo varones, sino también mujeres tienen una vida acaudalada, y no al Congo, Burundi, Liberia o Níger, donde la vida parece, en el mejor de los casos, una mala broma del destino; y en el peor, un castigo.

Si Ken hubiera llegado a Burundi (para no ir más lejos) no se hubiese sentido tan orgulloso de ser varón, menos si se enteraba que en ese país la pobreza y la miseria empujan con más ahínco a los hombres al suicidio por la frustración que produce no poder suplir las carencias de sus seres queridos. Nada de premios, galardones, músculos, ni saco ni corbata, la vida tal cual, la vida sin ideologías, sin patriarcado ni matriarcado. Pero no, Ken tuvo que llegar a esta parte del mundo para reforzar las patrañas de la producción: seguimos viviendo en una sociedad machista, los varones disimulan muy bien su poderío, seguimos teniendo el control, seguimos aplastando la voluntad femenina. Inclusive Ken encuentra un libro de título calumnioso: ¿Por qué los hombres gobiernan?; un libro que será la bomba atómica para Barbie Land minutos más tarde.

Mientras tanto, Barbie encuentra a la niña que la librará de la realidad. Pero esa niña ya es una adolescente, y no cualquier adolescente, sino una muy gritona con ínfulas de superioridad, que termina llamándola fascista solo por tener un rostro y un cuerpo hermosos. La mocosa la culpa del acoso en las calles, de la neurosis de las anoréxicas, del atracón de las obesas y de los acomplejamientos que tienen algunas mujeres con su cuerpo (que, como ella misma, se cubren como devotas del Señor de los Milagros), como si una muñeca tuviese tanto poder como para estructurar los parámetros de belleza. Podríamos esperar una respuesta contundente de Barbie (por ejemplo: “haber niñita malcriada, ¿es que acaso no sabes que los juguetes han sido creados para divertirse y no para ideologizar?; ¿o no te has dado cuenta de que mientras jugabas conmigo te importaba un pepino la lucha de géneros?”) demostrando así lo fuerte y empoderadas que son las mujeres en un mundo matriarcal; no obstante, titubea y rompe en llanto. Una mocosa que apenas y habrá leído algunos panfletos feministas, donde la premisa principal es que las mujeres son víctimas, la avergüenza. En ese momento me puse a pensar que, si así sería un mundo hecho por mujeres, entonces no quisiera vivir ahí. Pues claro: ¿cuáles son los méritos de vivir en una civilización donde no importe de qué estemos tratando exactamente, los niños y adolescentes siempre tienen la razón y lo adultos están equivocados, o donde son los mayores los que deben humillarse, hacer el ridículo y consentir en todo a los chavales, porque de lo contrario, si les corriges, si les llamas la atención, los traumatizarás y dañarás psíquica y emocionalmente?

Más adelante, la misma maleducada gritará a las adultas de la película, diciéndoles: ‘¡Las mujeres nos odiamos y los hombres nos odian, es lo único en común!’, y ante eso un silencio sepulcral. ¿Es que nadie va a decirle que está chiflada? ¿Que el hecho de poder pronunciar palabras, no las hace verdaderas ni incriticables?

Cuando Barbie vuelve a Barbie Land junto a las humanas que conoció (Gloria y Sasha), descubre la revuelta implantada por Ken. Ahora es un lugar donde, por fin, se divisan más de tres o cuatro Kenes. El monopolio femenino echado a tierra en menos de un día. Al parecer, las guionistas quisieron generar indignación por el oportunismo de los Ken, pero lo único que se desprende de todo esto es un sentimiento de lástima por ellas: ¿es que su sistema era tan endeble que un solo libro pudo destruir toda su infraestructura? Es como si nos quisieran decir que cuando el hombre empieza a utilizar la cabeza, las mujeres mutan en seres serviles automáticamente (al puro estilo de Las poseídas de Stepford).




¿Pueden ser víctimas quienes
 por propia voluntad se someten a otros?
 
Para sacarlas de su sopor, Gloria, la mujer de verdad (porque, recordemos, Barbie es una muñeca), la madre negra, empresaria, amante de su hija, pero no de su esposo (un blanquito con apariencia de retrasado mental), toma la palabra y da un discurso relamido y repetitivo en estos últimos años, pero que parece espabilar a las muñecas oprimidas:

Es literalmente imposible ser mujer. Eres tan guapa y lista y me revienta que no sepas lo que vales. Siempre tenemos que ser extraordinarias, pero no sé cómo siempre lo hacemos mal.

Tienes que estar delgada, pero no demasiado y no puedes decir “quiero estar delgada”, tienes que decir “quiero estar sana”, pero también tienes que estar delgada. Tienes que tener dinero, pero no puedes pedir dinero porque eso está mal. Tienes que ser jefa, pero no mala. Tienes que liderar, pero no machacar las ideas del otro. Se supone que tiene que encantarte ser madre, pero no puedes hablar todo el día de tus hijos. Tienes que ser profesional, pero también cuidar siempre de otros. Tienes que responder por el mal comportamiento de los hombres y si dices algo te echan en cara que te quejas. Tienes que estar guapa para los hombres, pero no demasiado como para tentarles o para amenazar a otras mujeres, porque debes ser parte de la hermandad. Pero tienes que destacar y estar siempre agradecida. Pero sin olvidar que el sistema está amañado así que debes, aun sabiéndolo, estar agradecida. No puedes envejecer, ni ser maleducada, ni fanfarrona, ni egoísta, ni derrumbarte, ni fracasar, ni mostrar miedo, ni salirte de lo establecido. ¡Es demasiado difícil! Es demasiado contradictorio y nadie te da una medalla ni te da las gracias. Y, de hecho, resulta que no sólo lo haces todo mal, sino que además todo es culpa tuya.

Estoy tan cansada de verme a mí y de ver a cualquier otra mujer hacer lo imposible para gustar a la gente. Y si todo también es así para una muñeca que represente a las mujeres, entonces ya no entiendo nada.


A todo esto, deberíamos preguntarle a Gloria a quiénes se refiere con esa “gente” a quien se supone que las mujeres quieren gustar. ¿Son varones o mujeres? Porque si se supone que son varones (como casi toda la cinta hace sospechar), se equivoca. No es que no haya varones perdiendo el tiempo en juzgar lo flacas, gordas, reilonas o amargadas que son algunas chicas; lo que sucede es que cuando uno ha tenido contacto con muchas mujeres y saca las cuentas, se percata rápidamente que son ellas (las abuelas, mamás, tías, hermanas, amigas y rivales) las que neurotizan más a sus congéneres que los hombres. Y es por eso por lo que hasta en la mitología, la literatura y la historia se ha retratado la saña y la violencia de unas hacia otras. Basta con recordar a Atenea quitándole rencorosamente la bella melena a Medusa y vistiéndola con áspides[1]; o a la bella Esmeralda – personaje icónico de Víctor Hugo – siendo el centro del escarnio de las damiselas[2]; o a las cinco vírgenes “sensatas” que no quisieron compartir su aceite con las otras cinco “insensatas”[3]; o a la despiadada Popea Sabina, que terminó asesinando a las competidoras que le parecían un obstáculo para obtener una posición superior en el imperio romano[4]. ¡Por favor! No nos quieran hacer creer que las féminas son todas unas santas palomas. No nos quieran hacer creer que si ellas tuvieran el completo control de la sociedad ni una de esas quejas se repetirían. (Como que ya estamos grandecitos para creernos cuentos de hadas, ¿no?)

 Pero Gloria logra estimular las entendederas de Barbie hasta el punto de que ésta se manda una jerigonza al estilo Simone de Beauvoir y, junto a las otras, planean retomar el poder de Barbie Land. Pero no vaya usted a creer que el procedimiento será quirúrgico. Todo lo contrario, a las adorables muñequitas no se les ocurrirá mejor idea que poner a los Ken unos en contra de otros, enamorándolos y dejándolos por sus amigos, al fiel estilo de Mesalina; así, mientras ellos se enfrascan en una guerra (que, dicho sea de paso, en la vida real produciría mucho dolor y sufrimiento, aunque en la película quieran darle aire de ridícula), ellas reestablecerán su dictadura. Sí, así como lo oye: DICTADURA. Porque los Ken, luego de que las Barbies vuelven al mando, no toman ningún puesto en la sociedad. No se los visibiliza. Vuelven a ser los parias, los despreciados, los passau. En otras palabras, las barbies en el poder no hacen nada diferente de lo que hacían los Kenes hace poco.

Si la intención del filme era enarbolar la femineidad y sus ventajas, desbarra horripilantemente y demuestra (en algo tenía que acertar) que nuestra biología, humanidad y tendencias jerárquicas, están siempre por delante. Como decía Confucio: “Si quieres conocer a una persona, dale poder”. 




Si no tiene poder: idiota; si lo tiene: villano.
¿En serio es así de fácil?


Me molesta y me decepciona Barbie porque toda la película trata de una supuesta guerra de sexos. Donde solo se puede distinguir entre buenas y malos, arañando nuevamente heridas que no debieron formarse nunca, o que se abrieron por pura incomprensión o resentimiento malsano. Es cierto que las mujeres vivieron oprimidas por muchísimo tiempo y que incluso hoy, en Medio Oriente (por poner un ejemplo), muchas de ellas siguen siendo víctimas del oprobio a manos de hombres. Pero esos no somos nosotros; nosotros somos hombres de una nueva generación, y a pesar de que todos los días se publicitan las locuras de algunos tipos (en forma de celos, golpes, violación o asesinato), la verdad es que somos más los que estamos cuerdos y sanos, los que entendemos que no se debe golpear a una mujer, los que las respetamos y consideramos sujetos de dignidad y derecho. Y sé que muchas mujeres son conscientes de eso; entonces, ¿qué ganamos enfrascándonos en contiendas? ¿En qué beneficia a las mujeres pensar que son odiadas por el solo hecho de serlo? ¿En qué ayuda a los varones darnos golpes de pecho haciendo mea culpa perpetua? ¿Ganaremos algo si levantamos trincheras infranqueables entre varones y mujeres, sabiendo que, si hemos llegado hasta aquí, a través de esta larga transición histórica, es porque algo de amor, confianza y consideración nos hemos mostrado los unos a los otros? ¿No creen que deberíamos de fomentar más esto último que seguir rebuscando en el muladar de los recuerdos los yerros de los unos o de las otras?

Ojalá lo reconsideremos a tiempo.



  Amarilis, 10 de agosto de 2023




NOTAS

[1] “Según Ovidio, había sido encantadora en todos los aspectos posibles y su pelo resultaba especialmente bello hasta que Poseidón la sedujo en un templo de Atenea, lo que enojó profundamente a la diosa virgen, que transformó su cabellera en un ovillo de serpientes. En otra versión de la historia, Atenea aparentemente la castigó así después de que Medusa la irritara diciendo que era tan bella como ella. Es lógico, de todos modos, señalar a Atenea como la diosa que provocó la transformación de Medusa ya que era precisamente ella la que llevaba su cabeza en la égida.” (Robin Hard, El gran libro de la mitología griega, p. 103.)
 [2] “Era verdaderamente un espectáculo digno de un espectador más inteligente que Febo, el ver cómo aquellas jóvenes, con sus lenguas envenenadas e irritadas, serpenteaban, se insinuaban y se revolvían alrededor de una bailarina pública: eran crueles y graciosas; escudriñaban, huroneaban malignamente en su pobre y loca compostura de lentejuelas y oropeles. Todo era risas, ironías, humillaciones sin fin. Llovían sobre la gitana los sarcasmos y la benevolencia altiva y las miradas perversas. Cualquiera hubiese creído ver a aquellas señoras romanas jóvenes que se divertían en clavar alfileres de oro en el seno de una hermosa esclava. Parecían elegantes galgas volviendo con las narices abiertas sus ardientes ojos en torno de una pobre sierva salvaje, que la vista del dueño les impide devorar.” (Víctor Hugo, El jorobado de Nuestra Señora, p. 165.)

 [3] Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. (Mateo 25: 1-10.)

 [4]Entre esas competidoras se encontraba la madre de Nerón (su suegra), a quien intentó envenenar varias veces, echarle la casa encima y ahogarla; hasta que convenció al mismísimo Nerón de matar a su madre. Al final, éste (que tampoco era tan buena gente, hay que decirlo) se manchó las manos con la sangre de su madre mandándola a ejecutar. Para que vean lo que puede hacer una mujer contra otra. Para mayor información: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/popea-sabina-la-bella-e-influyente-esposa-del-emperador-neron_19341