Sound of Freedom no solo es una buena película, es una película necesaria. No es de aquellas que solo la ves porque tiene escenas impactantes y fuertes, o porque hayan disparos o decenas de muertos; si uno la sigue viendo es porque retrata y critica un problema real, que muchos y apenas somos conscientes: la comercialización de niños.
Si bien el filme se centra en el rescate de dos niños (Miguel y Rocío), deja muy claro que, junto con ellos, hay muchos más que han sido captados con mentiras para luego ser "exportados" como mercancía para el trabajo forzoso, la prostitución y el tráfico de órganos. Y lo más encomiable de la cinta (que está basada en hechos reales, por si alguien quiere saber) es que demuestra cómo personas de mucha influencia social pueden estar involucradas en este tipo de delitos; entre ellas, y solo para poner un ejemplo, la proxeneta Kelly Suárez, ex modelo de belleza colombiana, que, aprovechándose de su simpatía y fama, captaba menores de edad para luego venderlos al mejor postor, a quienes cobraba entre 250 y 1500 dólares.
Otra detalle muy importante de la película es que muestra grabaciones reales de raptos, secuestros y robos de niños en plena luz del día, aprovechando la inocencia de los pequeños o el descuido de los padres. Y esta es una verdad que, llevada a las cifras, da escalofríos. El portal Humanium revela que, al día, tres mil niños son víctimas de la trata infantil; mientras que Epdata muestra el destino de esas niñas y niños. Las primeras sufren, en su mayoría (el 72% de las captadas), la explotación sexual; y los segundos (el 50%) son sometidos a trabajos forzados.
Con todo esto, uno podría pensar que la película debería despertar conciencia y dolor en todo aquel que lo viera, pero lo cierto es que a veces genera el efecto contrario. Y es que antes y después de que se estrenara la película se han avivado algunas pasiones de gente que ha acusado al filme de conspiranoico y sectario. Y debo de confesar que incluso yo, cuando fui a verla, estaba predispuesto a oír cualquier tipo de dogma religioso, como esas que te enseñan en la iglesia: "Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis". Pero me llevé la gran sorpresa que la única cosa religiosa que oí en toda la película fue: "Los niños de Dios no están a la venta". Es cierto que me dio un poco de gracia la solemnidad con la que lo dice el actor, pero de ahí no pasa; no aparece la imagen de Jesucristo crucificado, ni la sotana de un cura, ni los vientos de la Guadalupe. Yo me pregunto, por eso, ¿dónde diablos estaba la dogmatización? Quizá haya gente tan moderna que crea que una cinta se vuelve religiosa y pacata solo por mencionar la palabra Dios.
Lo que sí se repite insistentemente es: ¿Y qué harías si fuera tu hija?
Esta es una de las pocas preguntas a las que no pude escapar. Si fuera mi hija, yo también la buscaría hasta el fin del mundo, sin importar que allá se encontrara el mismísimo infierno. Por ningún motivo dejaría que abusaran de ella, que la golpearan o la trataran como un utensilio. Si por ella tuviera que ponerme en plan Rambo, lo haría.
Es por eso que lo que hizo Tim Ballard me parece heroico y honorable, y considero su lucha una de las más justas y respetables. Es por eso que, volviendo a lo que dije al inicio, la película de esa proeza me parece necesaria. Porque se toma en serio la trata de niños, no solo la ve como un buen argumento, sino que hace activismo y reclama atención, porque solo así podremos devolverle a esos niños su verdadera libertad.
No obstante, no todos piensan así. Por ejemplo, Leslie Galván, una crítica de cine peruana, que escribe para El Comercio, califica al film como "una cinta dramática más donde el héroe es un Dios salvador de los indefensos", omitiendo voluntariamente que esos indefensos eran niños secuestrados, violados, torturados, vejados y un largo etcétera que no mencionaré. En su afán por menospreciar la historia, la periodista, compara Sound of Freedom con Búsqueda implacable y llega a decir lo siguiente:
Hay un momento de la película, después de la primera hora, donde es posible sentir el tono de acción de cintas como “Búsqueda implacable” (2008). En esa película, hay una sensación de impotencia y adrenalina del personaje de Liam Nesson, que tenía una motivación más fría y clara, de salvar la vida de su menor hija secuestrada sin mucho interés por que el tráfico de personas se termine en el mundo.
Pues habría que recordarle a la señorita que Búsqueda implacable no tenía el mismo objetivo que Sound of Freedom, esto es, concientizar a la gente de que existe un crimen deleznable y lucrativo: el secuestro y la venta de niños.
Y no creo que sea necesario recordar a todo el mundo que el arte no solo sirve para entretener, sino también, y en muchas ocasiones, para reflexionar, y considero que esto lo sabe muy bien Leslie Galván, puesto que semanas antes de que publicara esa crítica huachafa contra Sound of Freedom, se mandó unos elogios increíbles y gigantescos sobre Barbie, a la cual catalogó como "un profundo mensaje a la sociedad":
El argumento más fuerte de la película es la libertad del ser humano, que siempre se ve mermada por las contradicciones de la sociedad.
Es decir, en las seseras de Galván, rodar una cinta sobre una idílica dictadura femenina es un argumento sobre la libertad del ser humano, pero una que habla sobre la trata de niños solo sirve para entretenernos el fin de semana. Vaya lógica la de esta crítica de cine.
Pero, ¿saben qué? Ojalá y Hollywood leyera la nota de Galván y se dedicara con mayor asiduidad a entretenernos y realizara películas más inteligentes, donde los gritos, el clamor y la voz de mucha gente (niños, niñas y adultos en general) pueda escucharse al menos por una vez.