Trece Pasos es una de las obras más difíciles de Mo Yan, el Premio Nobel de Literatura 2012. El texto está lleno de metáforas y referencias tradicionales que la hacen más compleja todavía; no obstante, la calidad del libro, a cada página, a cada capítulo, va haciéndose notoria. 

Sin temor a equivocarme, y eso que a mí no se me da mucho lo de crítico literario, podría decir que, esta obra, es una novela constructiva destructiva. Y paso a explicar por qué.

Es constructiva respecto de su forma. La historia está narrada como un chisme, como lo haría cualquier persona común y corriente. Si bien la novela cuenta con un narrador, toda la novela es un recordatorio de cómo nosotros nos enteramos de los entretelones de la vida ajena; y esto se nota en que, si bien la novela está dividida en 13 capítulos (justificando el título, claro está), no por eso encontramos orden ni coherencia alguna, así como los chismes de la vecina o del compadre. 

El narrador comienza hablándonos de la muerte del profesor Fang Fugui, de quien se presume será el eje central de la novela, pero luego se entretiene en la vida libertina de Li Yuchan, para pasar a revelarnos las penurias del profesor Zhan Chiqiu o el corto y nada honroso luto de Tu Xiaoying, viuda de Fang Fugui. Al inicio todo parece tan confuso, tan mezclado, y siempre surge la pregunta: Claro, esto es interesante, pero ¿a cuento de qué necesito saber que Zhan Chiqiu desprecia a su mujer, o que Tu Xiaoying es una descuartizadora de conejos, o que Li Yuchan tiene unas nalgas inmensas? Pero mientras vamos avanzando, encontramos la justificación. Sin esos pequeños detalles la historia no tendría sentido. Mo Yan, como todo buen novelista, aplica el conocimiento psicológico más elemental: a veces debemos de enterarnos de las más mínimas intimidades de la gente para comprender sus actos, sus prejuicios, sus miedos y sus arrebatos. El ser humano no es nada sin su historia, y es en esas pequeñeces, que muchos suelen obviar, donde yace la explicación de nuestros sufrimientos, de nuestro dolor, de nuestra vida. 

Otra particularidad de Mo Yan en esta novela, es que su narrador, un pobre loco que está encerrado en una jaula de zoológico, a penas y conoce la vida de sus personajes. No es el tan encomiado narrador vargasllosiano que sabe todo lo que hay que saber; así que, en la transmisión oral de la historia de los personajes, éstos toman protagonismo. El narrador empieza contando y los personajes terminan recordando. 

En segundo lugar, y considerando su contenido, esta novela es destructiva. Al menos, respecto a las ideologías imperantes en nuestra cultura occidental, Trece Pasos le falta el respeto a nuestros valores más modernos:

Una de estas destrucciones es que, en esta sociedad que ofrece ditirambos a las mujeres, los personajes femeninos de esta novela son los más desagradables, seres repulsivos que aprovechan su género para burlarse de los hombres, manejarlos a su antojo bajo sus caprichos o maltratos. Curioso es el caso de las esposas de Fang Fugui y Zhan Chiquiu: Tu Xiaoying y Li Yuchan, respectivamente, las cuales, al inicio, parecen ser polos opuestos. A la primera se la ve sufriendo la muerte de su esposo. Deprimida y nostálgica, se la pasa lloriqueando todo el día; ni siquiera la voces rotundas de sus hijos la animan: "Basta mamá, un muerto no tiene por qué arruinarte la vida". Mientras que la segunda, una fémina repugnante, desgarra la oreja de su marido, lo insulta, lo lastima e incluso le obliga a tener sexo con ella: "¿Para qué me sirve tener marido?", reclama cada vez que él la rehúye. Pero estas polaridades terminarán muy pronto. A lo largo de la novela nos enteramos que tanto Tu Xiaoying y Li Yuchan están cortadas por la misma tijera. Ambas han utilizado a sus maridos para su propio beneficio: Tu Xiaoying para conseguir trabajo por ser la esposa de un profesor de escuela pública y Li Yuchan para cargarle los hijos que engendró con otro. Ambas han engañado a sus paupérrimos maridos con hombres de mayor jerarquía social o económica. El amor, para ellas, solo es una puesta en escena, una dramatización.

Los hombres, pobres diablos, solo saben ser engatusados. La belleza femenina es peligrosa, sus palabras, sus roces, sus promesas de amor, son droga, pócimas encantadoras. Huir de ellas es la tarea más difícil, sino imposible. Una vez caigas en sus fauces ya no puedes escapar. Solo hay una forma: muerto.

Y si hemos de referirnos a la muerte, Mo Yan ofrece una bella reflexión sobre ella. Uno de los personajes secundarios le dice a Zhan Chiquiu: "Cuando pierdas la valentía y tengas dudas, imagina que el portón de la muerte se abre de par en par frente a ti, y que tras él hay música y flores, no hay ni preocupaciones ni dolor. Hagas lo que hagas, ese es siempre el punto final, y verás que la valentía te inunda todo el cuerpo y tendrás fuerza para luchar por la felicidad, y no serás un timorato ni dudarás jamás". Idea muy parecida a la del cristianismo, pero alejada del dogmatismo que en ella impera. A una sociedad como ésta, que le tiene miedo al dolor, que escapa a rastras del sufrimiento, mantener un principio parecido no le iría tan mal. ¿Qué hay después de la muerte? Nadie lo sabe. Los científicos dicen que el vacío, la nada, y juzgan a aquellos que pretendan creer que sí hay algo. Lo más curioso es que cuando les preguntamos cómo es posible que todo lo que nos rodea haya surgido de la nada, responden, siguiendo las leyes físicas y misteriosas del Universo, como lo hace Lawrence Krauss, pues es que la nada no significa nada, sino que en esa nada hay algo. ¿Por qué no tomar este mismo principio y creer que esa nada es un lugar lleno de festejo, música y flores? Como que pensar así nos libraría de muchas neurosis.

Pero la reflexión de la muerte no queda ahí. Por extrañas razones, Fang Fugui vuelve a la vida. Él quiere reorganizar su vida, regresar al lado de su familia, recuperar su trabajo, pero la realidad le hace ver que revivir no es siempre sinónimo de nuevas oportunidades. Los muertos deben permanecer muertos, no deben interferir con los asuntos de los vivos. Por eso Li Yuchan le dice: "...toda la ciudad cree que has muerto, la funeraria cree que has muerto, la escuela cree que has muerto, Tu Xiaoying y Fang Long y Fang Hu creen que has muerto. Por eso no puedes vivir". Fang Fugui, terco aún, intenta ir a su antiguo trabajo, pero una voz concientizadora le objeta: "No se te ocurra ir. Si lo haces vas a alborotar a toda la escuela y los estudiantes se van a ver afectados. La escuela está ahora mismo intentando transformar la pena en fuerza, reconfortar tu espíritu muerto consiguiendo altas calificaciones. El director de la escuela ha dicho a los estudiantes que cada estudiante que pase el examen de ingreso a la universidad es como un ramo de flores ofrecido al profesor Fang, el más hermoso de los ramos de flores. La escuela está ahora mismo usando tu muerte para escribir un artículo: quiere aprovechar tu muerte para hacer un llamamiento a la sociedad y que este asunto sirva para mejorar la vida de los profesores..." Aunque parezca increíble, casi siempre nuestra muerte beneficia, directa o indirectamente, a otros. 

Con esto, estoy convencido, Mo Yan rebate la idea de la inmortalidad. Ser inmortales es un insulto a la vida. Necesitamos morir, merecemos morir. Escapar de ella es una tarea lastimosa, con consecuencias graves para nuestra salud mental. Quizá por eso, al final, Fang Fugui decide quitarse la vida. Su muerte ya no iba a ser espontánea como la primera vez, como lo es la muerte de casi todo el mundo, ésta vez iba a ser producida por sus propias manos. 

Considero que, de aquí a varios años el ser humano descubrirá el modo de mantenerse más tiempo con vida, pues eso es lo que buscan nuestras sociedades más avanzadas. Ven a la muerte como un castigo y desean dilatarla. No obstante, con ese mismo desarrollo conseguiremos que más gente se suicide. Al no encontrar la muerte con tanta facilidad como antaño, muchos optarán por la autoeliminación. Porque así como la vida surge con ímpetu, también la muerte bulle, y eso no lo podemos cambiar ni con la más alta tecnología.

Y quizá, la última destrucción de Mo Yan sea hacer gala del tradicionalismo de su pueblo. Sus personajes siempre están recordando frases, dichos, mitos y enseñanzas de sus ancestros. Ninguno de ellos se olvida de su patrimonio histórico y eso les permite guiarse y encontrar cierta cordura en este mundo hostil. Algunos de estos refranes son los siguientes:

Decir la verdad es arruinar tu casa. 

Es fácil decir la verdad, pero también cuesta escucharla.

Todavía no te he parido y ya he pensado en tu muerte; con la mano izquierda te bordo unos zapatitos de cabeza de tigre y con la derecha golpeo la tapa de tu ataúd.

Piénsatelo tres veces antes de actuar, porque después todo son lamentos.

Oh, Dios mío, la victoria y la derrota son el pan de cada día en casa del guerrero.

Sin dinero no puedes vivir, aunque tener mucho tampoco es interesante. Es suficiente con fumar un poco, beber un poco, comer un poco, vestir alguna cosa.

La gente respeta al rico, los perros muerden al pobre.

De cada diez comerciantes nueve son mentirosos, de boca pérfida y corazón dañino. 

Puede que muchos de los refranes que nos han sido legados por nuestros antecesores, sean el resultado de malas conclusiones, pero eso no quitan que algunos otros hayan sido el resultado de las experiencias. Por eso, como sustenta Roxana Kreimer, una filósofa argentina muy locuaz, muchísimas veces los estereotipos (que, en este caso se manifiestan en los refranes) no moldean la realidad, sino que la realidad es la que moldea los estereotipos.


Por esta y otras razones, me parece que Trece Pasos es una novela digna de ser leída.




Huánuco, 15 de marzo de 2024